Leonardo se desnudó
lentamente, y cuando el agua fría tocó su piel, lanzó un grito y empezó a
reírse, no sabía muy bien porque.
Había venido aquí para
enfrentarse al nuevo Yo de Girolamo y aunque se hallaba confuso con esa nueva
personalidad del conde, no le incomodaba.
Era como si el santo y el
pecador se hubieran unido en uno sólo, conservando sólo lo mejor de cada uno y
cuando sus pensamientos volaron a los besos que ambos había compartido, su
erección creció, volviéndose dolorosa.
Se apartó un poco de la
jofaina y metió la cabeza en el agua, intentando relajarse.
No era ningún secreto que
a él le daba igual compartir lecho con cualquiera de los dos sexos, pero saber
que Riario se sentía también atraído por el había sido una grata sorpresa.
Sacó la cabeza del agua y
se froto la cara.
El conde tenía razón.
Estaba exhausto y hambriento, e intentando alejar su lujuria terminó de asearse
y se vistió, poniéndose las oscuras ropas del conde.