viernes, 26 de febrero de 2016

CAPITULO I


CAPITULO I

Afueras de Otranto.
Año 1479

-Un barco y una biblioteca.... ¿Os he mencionado Que al final me volveréis loco?

Leonardo negó con la cabeza y espoleo a su caballo poniendo rumbo hacia Florencia.

Zoroastro y Sofía se miraron entre sí viendo partir al artista.

-¿Crees que estará bien?

Preguntó la muchacha. Su vista estaba clavada en la espalda de su hermano e internamente se maldijo por no haber podido hacer nada más por ayudar a Lucrecia.

- Con el tiempo volverá a ser quien era. Ha aprendido a morir justo cuando empezaba a vivir, pero nos tiene a ti y a mí. Con nosotros a su lado nada puede salir mal.

Zo le tendió la mano a la chica y se la apretó con cariño, inundándole ánimos.

Habían ganado la cruzada y volvían a casa y todo gracias a esa preciosa mujer de ojos verdes y al lunático de su hermano.

Leonardo cada vez estaba más lejos y Zoroastro y Sofía espolearon sus caballos para alcanzarle.
No muy lejos de allí, Nico se esforzaba para llegar a sus amigos, que poco a poco iban desapareciendo en el horizonte.

El jinete agitó con brío las riendas de su caballo y los siguió al trote, esperando alcanzarles cuando pararan a dormir la noche en alguno de los campos colindantes.

Nico había vuelto a Otranto y Laura Ceretta le había entregado un pergamino con noticias de Florencia y tenía que llegar a sus amigos antes de que ellos volvieran a la ciudad.
La vida de todos ellos dependía sobremanera de si los alcanzaba con presteza.


El velo de la noche cubrió con su manto de estrellas el cielo italiano y Leonardo, Zo y Sofía pararon a descansar.

Comerían y dormían y al amanecer seguirían su camino de vuelta a Florencia.

Sentados al calor de una hoguera los tres amigos conversaban sobre los acontecimientos de los últimos días y aunque Leonardo prestaba atención a las bromas de sus compañeros, su atribulada mente se hallaba errante.
Sus pensamientos estaban con Lucrecia, casi regodeándose en el dolor por su pérdida, pero cuando cerraba los ojos no veía en su mente a la mujer con la que había compartido lecho.

Una y otra vez sus recuerdos volaban hacia su estudio, rememorando los días en los que había luchado contra el mal de Girolamo.
 El mal que el Laberinto había instaurado en la mente de su amigo...

¿Amigo? ¿Era el conde su amigo?

Casi sin darse cuenta sus dedos empezaron a moverse, como cada vez que se sentía nervioso o excitado.

-¡Zo! ¡Mi cuaderno! ¡Maldita sea! Necesito...

Ahora sus dedos se movían a toda velocidad, calculando, midiendo... como si sus pensamientos quisieran escapar por los apéndices de sus manos.

-¡Zo! ¡El cuaderno!

Gritó casi perdiendo los estribos.

Zoroastro y Sofía lo miraron asombrados, y el chico le paso el cuaderno al artista mirándolo con recelo.

- Leo... ¿Te encuentras bien?

Preguntó el mestizo posando una de sus callosas manos en el hombro de su amigo.

 - ¡¡¡Maldita sea!!!! ¿Y mi lápiz?

Leo buscaba frenético algo con lo que dibujar antes de que la imagen se desvaneciera de su mente y al no encontrarlo, cogió del suelo un ascua humeante que había saltado de la hoguera.

Siseo de dolor, pero sus dedos no soltaron el trozo de carbón casi ardiente que iba dibujando trazos en la hoja en blanco, pasando de su mano derecha a la izquierda sin perder un segundo.

En pocos minutos un retrato de su némesis empezó a cobrar forma en el papel.

Zo chasqueo la lengua con disgusto al ver la cara de Riario.

-Joder Leo.... ¿Pretendes que vomite mi escasa cena?

Sofía le arrancó el cuaderno de las manos a su hermano y miro con curiosidad el retrato.

- Le conozco.... Es el capitán general del Vaticano... Nos visitaba en el convento de vez en cuando.

Le devolvió el cuaderno a su hermano y miro a Zoroastro.

- No puedo comprender como un hombre tan cruel puede ser uno de los ministros de Dios en la Tierra.

Leonardo miraba el retrato, sabiendo que algo escapaba a su comprensión y cuando oyó los cascos de un caballo acercarse al trote, se puso en pie y salió al encuentro del jinete que se acercaba al campamento.

-¡Maestro! ¡MAESTRO! ¡Traigo noticias de Florencia!

Nico bajo de su caballo y corrió hacia Leonardo tendiéndole el pergamino con las buenas nuevas.

Zoroastro y Sofía acudieron con presteza hacia donde estaba la pareja y el mestizo cogió a Sofía de la cintura, apartándola un poco de lo que preveía que era uno de los ataques de ira del genio florentino.

Leo leía una y otra vez las noticias provenientes de su tierra y no daba crédito a lo que sus ojos veían pero su mente se negaba a procesar.

-El Papa Sixto ha muerto... Asesinado en sus aposentos. Lo hallaron atado de pies y manos a una de las columnas del templo y atravesado por más de 100 flechas....

Leonardo sintió como el terror retorcía sus entrañas, y trasbilo hacia atrás.

Sus dos fieles amigos y su hermana corrieron a sujetarlo pero él se zafo apartándola de él.

- Ha sido Riario... No pude salvarle... El veneno....Yo no....

Los ojos del genio se llenaron de lágrimas y se acuchilló en el suelo, frotándose la barba.

-Debo ir a Roma.... Girolamo me necesita....

- ¿estás hablando enserio? Ostia puta, Leo... Olvida ya a ese bastardo. No te traerá más que problemas.

Zoroastro se agacho frente a su amigo y le obligo a mirarle.

- Tu ciencia nada puede hacer con la mente enferma y retorcida del conde... Volvamos a Florencia. Un barco, ¿recuerdas?
Me has prometido un barco y una biblioteca a Sofía...

Leonardo miro a Zo y negó con la cabeza.

- No. Tengo que ir con él... Está enfermo, Zo...Tú no lo entiendes… No sabe lo que hace. Él es...

Zo cerró los ojos unos segundos, cuestionado seriamente golpear a su compañero hasta hacerlo entrar en razón.

-Es un psicópata hijo de mil putas, Leonardo. Casi te matan una vez por su culpa. Tu sitio está con nosotros, no con él.

Leonardo miró a su amigo como si se hubiera vuelto verde de repente.

-Girolamo me salvó. Me salvó en el nuevo mundo y me salvó aquí...Del Vaticano y del Laberinto. Zo, tengo que ir con él... ¡Tu no lo entiendes! ¿¡Por qué nunca nadie me entiende?!

Grito el artista poniéndose en pie como un resorte y empezó a mesarse el pelo, nervioso.

Zo se froto la cara y miro Sofía y a Nico, encogiéndose de hombros.

 -Luego no digáis que no lo he intentado....

Zo volvió junto al fuego y cogió una manzana del cesto de las provisiones y la mordió con entusiasmo.

Nico seguía allí de pie, medio muerto de agotamiento y Zo palmeo el suelo, instándolo a que se sentará junto a él, pero el chico negó con la cabeza y se acercó a Leonardo.

-Maestro, Hay más. Junto al cuerpo de Sixto encontraron uno de tus inventos y Lorenzo está furioso. Ha dado orden de apresarte en cuanto pises Florencia y ofrece una gran suma por tus huesos. Cree que estas confabulado con el conde. Después del juicio, Riario se autoproclamo Espada de dios y está dispuesto a limpiar Italia de las almas pecadoras e impías...

Leonardo se paró en seco y miro con expresión lunático al muchacho.

-¿Uno de mis inventos? ¿Cuál de ellos? Nicoooooo... Dime que no fue mi ballesta automática... Dime que no lo era...

Nico bajo la vista al suelo y Leonardo corrió hacia su montura agitando los brazos con grandes aspavientos.

- ¡Joder!

-Hermano... tranquilo. Lo arreglaremos a nuestra vuelta. Ven con nosotros al lado del fuego. Estas cansado y han sido muchas emociones.

Sofía se acercó a Leonardo y cogió su mano con suavidad, intentando hacerlo volver con ellos al lado de la hoguera, pero una vez más, el artista se zafo de su agarre.

Empezó a caminar a paso rápido, moviendo sus dedos una y otra vez, pensando, imaginando... Intentando encontrar una salida a todo lo que le había dicho Nico.

Al cabo de poco rato un grito de júbilo salió de su garganta y corrió hacia su caballo, subiendo a él con rapidez y sin decir ni una sola palabra, agitó las riendas y salió con presteza hacia la oscuridad de la noche.

Zoroastro se incorporó sobre sus manos incrédulo viéndolo partir.

-¡Leo! ¿Se puede saber a dónde coño vas en mitad de la noche?

Gritó hacia la figura que se alejaba.

-¡A Roma!

Gritó el genio florentino espoleado a su caballo.

- ¿Le seguimos?

Sofía no salía de su asombro al ver a su hermano dejarlos tan abruptamente y miro a los dos hombres que todavia la acompañaban.

Nico negó con la cabeza y de dejo caer a su lado. Atizo el fuego y suspiró resignado.

-Todos los caminos llevan a Roma y yo prefiero seguirlos cuando sea de día.

Dijo el chico rubio cogiendo una de las manzanas que Zoroastro le tendía.

Mordió con avidez, y miro a lo lejos, hacia donde habían desaparecido su maestro en su montura.
continua en el  capitulo II

5 comentarios:

  1. Las manzanas tienen algún simbolismo?

    Pobre Nico siempre atras como el rabo del perro :p

    ResponderEliminar
  2. Me gusto, seguiré con el siguiente jijiji

    ResponderEliminar
  3. Gracias por leer y comentar Susana. A ver que te parecen los siguientes!

    ResponderEliminar
  4. Holaaa Sonya este ya esta leido, como es el comienzo mas o menos voy captando! me gusto eso "todos los camino llevan a roma" aqui tambien se usa ese dicho y quedo como anillo al dedo la frase

    ResponderEliminar
  5. Hola Maye!! Bienvenida!!! No tiene mucho misterio el fic. De la serie he cogido a los personajes y los escenarios, pero poco tiene que ver, ya que alli son mas que amigos, rivales. Ademas al ser todos personajes historicos, puedes ir jugando con la ficcion y la historia,
    Muchas gracias por leerme y por dejar tus comentarios. :)

    ResponderEliminar