viernes, 26 de febrero de 2016

CAPITULO II


  CAPITULO II
(CONTIENE SPOILERS DE LA TERCERA TEMPORADA)




PALACIO DE SANT ANGELO, ROMA.

El conde Riario estaba arrodillado en la capilla, murmurando una oración mientras pensaba en los enemigos de Dios que poblaban Italia.

Todos debían morir. Desde el infiel Medici hasta la puta que lo acompañaba.

El Arquitecto le había dicho que él era el ángel vengador. La espada de Dios en la Tierra y en pocos días se celebraría un cónclave para elegir al nuevo Papa.

Como capitán general de la Iglesia él era ahora el representante de Dios ante los ojos de los hombres y sabía que entre los cardenales que optaban al puesto de sumo Pontífice había muchos que no merecían su sitio en el trono de San Pedro.

Al igual que el cardenal Rodrigo, muchos de los hombres que se auto proclamaban Santos no eran más que cuerpos lujuriosos rellenos de los más despreciables vicios del ser humano.

Absorto en sus oraciones no se percató de que alguien lo llamaba y cuando sintió una mano fría en su hombro, echo mano a la daga que llevaba al cinto y se levantó con una velocidad que le habían otorgado años de duro entrenamiento.

El padre Lucio ahogó un gemido cuando sintió la fría hoja del acero en su garganta.

- Mi Señor... Tiene visita. Es un florentino que parece haber salido del Infierno. Dice ser el artista Da Vinci.

Girolamo parpadeo con lentitud y separó su daga de la garganta del abad.

-¿Da Vinci está aquí?

Preguntó con voz susurrante y baja.


- Si, mi señor. ¿Lo hago pasar?

Preguntó el padre Lucio frotándose la garganta.

Riario asintió guardando su daga de nuevo en la funda.

-Si. Gracias Lucio. Acompaña a Da Vinci al salón del trono y luego Dejadnos.

Lucio salió en busca de Leonardo y Girolamo subió hasta el salón y se sentó en el trono que su padre, el Papa Sixto había ocupado durante tanto tiempo.

Las puertas se abrieron y Riario levantó su mirada hacia allí.

-Artista...

Una media sonrisa se insinuó en sus labios al ver al recién llegado.

-Conde...

Leonardo esperó a que el padre Lucio los dejará solos y en cuanto las puertas se cerraron se acercó a Riario con cautela.

- He sido informado de que mi cruzada fue todo un éxito gracias a tu ingenio, Da Vinci. Me complace sobremanera que hayas sido tú el artífice de nuestra victoria contra los infieles.

Girolamo cogió una uva de su plato y tras mirarla unos segundos, se la llevo a los labios y miro fijamente al artista.

-¿Tienes hambre, Leo?

Se rio ofreciéndole la uva y sin más se la echo a la boca y la mastico con sumo placer.

Leonardo sintió como su estómago se encogía, pero no tenía clara la causa de esa extraña sensación.

El hombre que tenía delante no era ni el pecador ni el Santo, sino algo completamente diferente y aunque todo su ser clamaba correr hacia su amigo y abrazarlo, se obligó a quedarse donde estaba.

 - Cogiste mi ballesta del taller cuando te marchaste de Florencia.

No era una pregunta si no una afirmación y eso fue el detonante para hacer estallar al genio.

-¡Me has inculpado y ahora Lorenzo pide mi puta cabeza Girolamo! ¿Por que? ¿Por qué me haces esto?

Leonardo empezó a caminar nervioso por la estancia mesándose el pelo sin ser consciente de que el conde se había levantado y cuando se giró para seguir increpándolo, lo encontró justo detrás.

Riario fue tan rápido que no lo vio venir y cuando su mano de guerrero se cerró en torno a la garganta del artista Leo ahogo un gemido.

-Lo hice por ti... Tú me ayudaste a mí y yo te ayudó a ti. No soy tu enemigo, Da Vinci. Tu sitio está aquí, a mi lado y no al lado de esa rata mediocre e inmunda que es Lorenzo de Medici. Te consentía por que le eras conveniente. Nada más. Yo en cambio siempre te quise al servicio de Roma... Y de mí, por supuesto.

Riario se había acercado tanto que Leonardo podía sentir el olor a uvas que desprendía sus labios y sintió que todo giraba, como cuando fumaba la flor de la amapola.

- ¿Qué es lo que quieres de mí? Soy un hombre roto, Riario. Lucrecia ha muerto y yo....

Trago saliva porque no sabía cómo seguir.

-Yo no me siento como debería hacerlo después de la pérdida de la mujer a la que supuestamente amaba. Estoy roto por que no la echo de menos a sí que dime que es lo que quieres de un hombre roto y vacío, Girolamo, porque yo lo único que sé es que he venido a ti sin pensarlo cuando he tenido noticias de lo acontecido con  Alessandro.

Riario sonrió, con un brillo perverso en sus extraños ojos de color cambiante y la mano que tenía en la garganta del florentino se abrió, acariciando la piel del artista.

- ¿Lucrecia a muerto? Quizás debería decir que lo siento.... A fin de cuentas era mi prima...

El conde bajo más su mano por el pecho de Leonardo y lo miro fijamente a los ojos.

-Pero no lo siento, Da Vinci. Miles de veces he pensado si nuestra historia hubiera sido distinta de no conocerla a ella.

Riario apartó la mano del pecho de Leonardo, dejándolo extrañamente confuso.

Camino por el amplio salón y señaló el trono.

- Mañana será el cónclave para elegir al nuevo santo padre y te necesito aquí conmigo, artista.

- ¿Y para que me necesitas? ¿Para que te ayude a asesinar a cuantos consideres impíos?

Leonardo se acercó a la mesa y descubrió que en realidad si tenía hambre.

- ¿Puedo coger una manzana, conde? O tal vez mi tratamiento hacia ti deba ser ahora el de espada de Dios... No tengo claro cómo debo llamar a esta nueva forma.

Leonardo se sentía furioso, hambriento, cansado, excitado y sucio, y no precisamente en ese orden y ahora su genial intelecto quería hacer salir a la superficie a esa nueva personalidad que se había apoderado de su amigo, y mucho temía que él había sido el causante de ese ángel vengador.

Si... sus cálculos con el veneno y el carbón para anular los métodos del laberinto habían quebrado del todo la mente se su némesis y estaba seguro que sería todo un desafío probar hasta donde podía haber llegado su error.

continua en el capitulo III
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1 comentario:

  1. Vamos Girolamo, consigue "crazy glue" y pega nuevamente a Da Vinci!!

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