Horas más tarde, ambos
estaban sentados frente al fuego y Leonardo le explicaba cómo había ganado la
batalla contra los otomanos.
Riario sonreía y se
sorprendió al saber de Sofía.
- Hija de Al-Rahim?
Seguro que es una jovencita con un gran potencial.
-Sin ella quizás no
habría podido entender la página. Sabías que el libro esta hecho de tal manera
que se necesitan a dos personas para leerlo?
Riario asintió y se
levantó a servir más vino.
- Lo sabía. Por eso te
necesitaba. Somos muy pocos los que podemos descifrar los enigmas del libro de
las hojas. Luppo Mercuri lo intento durante años. Al final creo que se volvió
loco.
Le tendió otra copa a
Leonardo y sonrió mirándolo.
- Nunca te agradecí que
no me abandonaras en el nuevo mundo. Sin ti habría muerto.
Leonardo cogió la copa y
bebió un sorbo mirándolo.
- No podía dejarte. No
después de todo lo que habíamos pasado.
Sabes que gritabas mi
nombre en sueños?
Girolamo abrió los ojos
por la sorpresa y se sentó de nuevo en la butaca al lado del fuego.
- Mis sentimientos hacia
ti siempre han sido un tanto confusos. Quizás gritaba en sueños febriles lo que
no podía decirte estando consciente.
Iba a añadir algo más
pero Lucio apareció de nuevo en el quicio de la puerta y ambos hombres lo
miraron con curiosidad.
- Mi señor. Dos hombres y
una muchacha preguntan por el artista. Uno de ellos dice que es Nicolo
Maquiaveli, que su gracia le conoce.
Riario asintió hacia
Lucio y miró a Leonardo.
- Hazlos pasar y traeles
algo de sustento. La señorita Sofía debe de sentirse agotada. Prepara la
habitación del ala oeste para ella y la del ala este para los dos muchachos.
El monje hizo una
reverencia y el conde lo despidió con un gesto.
Leonardo se levantó y se
acercó a él, cogiéndolo por los hombros desde atrás.
- No mates a Zo. Lo
necesito.
Le dio un rápido beso en
la curva de la mandíbula y se apartó cuando las puertas se abrieron y corrió
hacia sus amigos.
Leo los saludo y luego
hizo las presentaciones y cuando Riario beso la mano de Sofía, un ruido
indefinido salió de la garganta de Zoroastro.
El artista alzó las cejas
y no pudo evitar pensar en sí se había perdido algo durante su ausencia.
Después de ponerlos al
tanto de la situación en Florencia, todos pasaron al salón principal.
Zo miraba con el ceño
fruncido a Leonardo y a Riario y cuando tuvo la oportunidad, se enfrentó a su
amigo, llevándoselo aparte.
- ¿Enserio, Leo?
Da Vinci bebió de su copa
observando a su compañero con divertimento.
- Enserio, que? No sé de
que me estás hablando, Zo.
- No me jodas, Leo. Te
conozco más que a mí mismo y sé que entre tú y el conde hay algo más que
amistad. No tenía ni idea de que fueras tan estúpido.
Leonardo puso los ojos en blanco y negó con la
cabeza.
- No soy estúpido, Zo.
Más bien todo lo contrario y como bien sabes, nunca hago nada que se guie por
la lógica, pero eso es algo que tí, que me conoces tan bien, ya sabes.
- Mira, Leo. Por donde va
el conde siempre termina lleno de cadáveres y no me gustaría nada despertar un
día y enterarme de que te han encontrado colgando del Duomo con las tripas
fuera.
Zo le quitó la copa de
vino a su amigo y se la bebió de un trago y luego le devolvió la copa vacía.
- Te quiero Leonardo,
pero si juegas con fuego, terminarás quemándote y esta vez no voy a ser yo
quien te salve.
Leonardo iba a replicar
cuando Sofía, Nico y Girolamo se acercaron a ellos y lo dejó correr.
Sabía que ninguno de sus
amigos iba a entender lo que lo unía a Riario, por mucho que les explicara y
decidió que mejor fuera el tiempo el encargado de ponerles las cartas sobre la
mesa.
Un par de horas más tarde, los cinco se
retiraron a sus aposentos.
Continua en capitulo VIII
http://creativecommons.org/licenses/by-nc-sa/4.0/
Continua en capitulo VIII
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"No mates a Zo. Lo necesito." Me hubiera gustado ver esa parte en vivo.
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