martes, 8 de marzo de 2016

CAPITULO XIII





CAPITULO XIII

-¿Leonardo? ¿Que...? Siento la cabeza como si fuera a...


Riario abrió los ojos en intento enfocar sus ojos en el bello rostro que tenía a escasos centímetros del suyo.

-Shhh... Calla, Girolamo, has recibido un fuerte golpe y quiero ver que tu pómulo no este roto.


Leonardo tanteo la herida con los dedos y suspiro aliviado al ver que sólo eran una contusión y corte sin apenas importancia.

Riario sentía que le iba a estallar la cabeza e intentó incorporarse.
Cuando sintió las ataduras sus ojos se abrieron con pánico.

- Oh... señor... No, otra vez no...


- Tranquilo. No has matado a nadie.

Leonardo se inclinó y lo besó suavemente y luego aparato los mechones de pelo negro de sus ojos.

- ¿Estas totalmente seguro?

- Totalmente, Giro. Yo estuve contigo todo el tiempo. ¿Hasta dónde recuerdas?

Riario tragó saliva y negó con la cabeza.

- ¿Tengo que ser muy explícito?

Leonardo se rio y acarició su cara con su pulgar.

- Me encantaría, pero ahora lo importante es saber por qué apareció el pecador. ¿Te sentías angustiado?

El conde negó con la cabeza.

- No. Sólo furioso con ese cardenal...

Leo asintió y empezó a quitarle los grilletes de las manos. Riario se estremeció cuando Leonardo froto las marcas y beso con cariño las cicatrices de sus muñecas.

- ¿Es seguro que me desates?

Leo se encogió de hombros y lo miro con un destello de sus ojos verdes.

- No lo sé, pero aunque el vuelva, se quedaría aquí dentro para siempre. Sofía y Nico tienen instrucciones de no abrir a menos de que reciban mi contraseña.
Este encerrado aquí conmigo y la única amenaza a sortear soy yo.

Riario se incorporó y tiró de él, para que se tumbada a su lado.

- Tú no eres una amenaza, caro...

Leo suspiro y tumbándose a su lado, lo miro detenidamente.

- Entonces tú tampoco lo eres para mí.

- ¿Me has golpeado tú?

Riario parpadeo en un gesto que hizo que Leo sintiera el corazón a punto de explotar y se acercó para besarle.

- Si. El pecador quería matarme.... Tenía una idea equivocada de algo que ocurrió cuando cure tu pierna.

Girolamo suspiro y cerró los ojos afligido.

- Lo siento tanto...

- No lo sientas. Yo lo cabree.

- Podría haberte matado.

- Pero no lo hizo.


Leonardo aparto el flequillo que le caía de nuevo en los ojos y lo miro detenidamente.

- No sabía que recordabas lo del barco.

Leo lo miro con asombro y Riario sonrió acariciándole los labios con sus dedos.

- No sabía que lo sabía... ¿porque nunca...?

Girolamo se humedeció los labios con la lengua y apoyo su frente en la de Leonardo.

- Era mi regalo... Pensé que sólo había sido eso para ti... un acto de compasión hacia un hombre moribundo. Nunca pensé que realmente estuvieras interesado.

Leonardo sonrió y acarició con suavidad el costado de su amante.

- Si lo hubiera recordado, te aseguro de que hubiera hecho lo posible por hacerte saber que si lo estaba, aunque supongo que en el fondo lo sabía... Volví del nuevo mundo con la sensación de no estar completo... Pensé que era por el libro, pero ahora sé que la pieza que me faltaba siempre fuiste tú, Girolamo.

Riario acarició los labios del artista con los suyos y se movió para acomodarse entre sus brazos.

 - Tienes que prometerme que si no puedes controlar al pecador, lo matarás, Leonardo. No puedo consentir que le haga daño a alguien, y menos a ti...

Leonardo lo acomodo contra su pecho y suspiro.

- No puedo prometerte eso, porque si el vuelve, nunca me voy a rendir hasta que seas tú quien regrese conmigo.


Riario asintió y apoyo la cabeza en el pecho de Leonardo, relajándose con el sonido de los latidos de su corazón.

Sólo encontraba la paz cuando estaba cerca del artista y cerró los ojos, perdiéndose en esa paz que lo envolvía mientras Leo le contaba el plan que había preparado como excusa ante su ausencia.

- Será mejor que antes de irte, me encadenes otra vez. No es seguro dejarme suelto aquí dentro si el pecador regresa.

- Ojalá no tuviera que hacerlo... No encuentro placer en verte encadenado como un animal.

- Lo sé, caro, pero tienes que hacerlo.

Leo asintió y tras besarlo, lo ató de nuevo.

Le dolía verlo tan vulnerable y tras jugarle que regresaría en cuanto pudiera, salió, cerrando la puerta tras él y se dirigió a practicarle la autopsia al cadáver del Arquitecto.

Riario se recostó en la cama, viendo partir a Leonardo y suspiro con pesar cuando lo vio desaparecer por la puerta.


"¿Sabes que miente, verdad? Sus palabras son vacías, Girolamo.... Da Vinci no te quiere."


Susurro el Pecador dentro de su cabeza. Riario se tapó la cara con las manos y sacudió la cabeza, intentando relajarse.


-Basta... Tú no existes. No eres más que una manifestación de los abusos de Alessandro. Leonardo me lo ha dicho.


"¿Estas totalmente seguro de que es así?”


El pecador dejo escapar una de sus desagradables carcajadas y Riario gimió con desesperación, sentándose en la cama y frotándose la cara.


- Leonardo me quiere, y me va a curar...


"Da Vinci no va a curar una mierda, porque no estas enfermo, gusano. Yo soy tu verdadero Yo."


Girolamo negó con la cabeza y se apartó el pelo de la cara.


-Tú no eres nadie. No existes. Estoy enfermo y Leo me va a curar.


"Sigues siendo un iluso, Girolamo. Da Vinci solo te quiere porque le eres conveniente. Desterrado de Florencia, no tenía a donde ir. Sin trabajo, sin dinero...Sin un sitio donde dormir, lo único que podía sacarlo de su mísera situación erais tú y tu posición."


Riaro miro alrededor frustrado.


-Mientes. Eres un mentiroso, Leo me quiere y si no puede curarme, yo mismo terminare contigo.


"Aja... ¿Otra vez tomando el camino fácil...? La última vez solo conseguiste unas feas cicatrices en tus muñecas..."


El pecador dejo escapar otra carcajada ronca y sin que Girolamo se diera cuenta sus  manos empezaron a quitar uno de los tornillos de la cama.


-No sé ni por que hablo contigo... Puede que al final si me esté volviendo loco.


Una risa histérica se le escapó de la garganta y negó con la cabeza.


-No eres más que un producto de mi mente, y aquí estoy, hablando contigo... definitivamente, la cordura me ha abandonado.


Logro sacar uno de los tornillos y ejerciendo presión en las juntas de los grilletes, logro abrirlos, liberando primero una mano y luego la otra.


“Y ahí esta... Estás loco. Eres un chupapollas loco y tarado. Un mísero  gusano lleno de culpa y con el alma rota... "

El Pecador se hizo una vez más con el control del cuerpo de Girolamo y se froto las muñecas recién liberadas.


-Y de nuevo aquí estoy yo, para remediar eso pero primero... Primero voy a divertirme un rato.


"¡¡¡ NO!!! ¡¡¡BASTA!!!"


Girolamo protestó, luchando por recuperar el control de nuevo.


-Que te calles ya, gusano... eres un ser débil y patético... Leonardo no te ama, solo quiere utilizarte, pero cuando yo termine con él, el jodido artista va a estar suplicando que nunca me marche.


Riario se acercó a la mesa de trabajo de Leonardo y se fijó en un aro de plata allí abandonado y lo observo divertido.

En uno de sus viajes a Oriente, había podido observar como algunos guerreros adornaban  sus miembros con artilugios similares, y en su curiosidad, había pedido que le pusieran uno también.

El dolor fue insoportable, pero estaba bien entrenado en soportar tormentos, y después de varias semanas, fue capaz de sujetarlo a la cinturilla de sus pantalones, como hacían los guerreros para protegerse en las batallas de accidentes y golpes.

En su vuelta a Roma, se había deshecho del aro de plata, por miedo a que Alessandro descubriera la mutilación en su cuerpo, pero había adquirido la costumbre otra vez en el nuevo mundo, al observar que los guerreros del Sol también los usaban.

Sin pensárselo mucho, lamio el pendiente y con destreza se lo colocó, siseando al sentir como el frio metal se deslizaba por la punta de su miembro.

Esta vez Alessandro ya no estaba, y el uso que pretendía darle al piercing, era muy diferente al que había tenido con anterioridad.

Tras coger una manzana y un poco de agua, volvió a la cama y deslizo sus manos en los grilletes de nuevo sentándose a esperar a que regresara Da Vinci. 


-Espero que te guste mi sorpresa, Artista...


Susurro el pecador soltando una carcajada y pegándole un mordisco a su manzana. 

Continua en el capitulo XIV

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