CAPITULO XV
Riario sonrió y tirando
del pelo de Leonardo se apoderó de sus labios, mordiéndolos con sus dientes y
saqueando cada rincón de su boca con la suya.
El artista gimió ante el
húmedo contacto y el monstruo aprovechó para chupar su lengua.
Leonardo se arqueo hacia
adelante, posando sus manos en los hombros del conde y lo empujó hacia atrás,
haciéndolo caer sobre las almohadas.
Riario río con voz ronca
y sus manos encadenadas se aferraron a las delgadas caderas del artista,
tirando de el hacia su cuerpo.
Leonardo se tumbó sobre él,
encajándose contra su pelvis.
Podía sentir la erección
del conde contra la suya y con destreza, desabrocho los pantalones, liberando
el miembro duro y palpitante de Girolamo.
- Suéltame, artista.
Leonardo negó con la
cabeza y con un suave vaivén empezó a moler sus caderas contra las de Riario.
- No te voy a soltar. Si
me quieres, me tendrás, pero no pienso quitarte las cadenas.
Las manos de Riario se
deslizaron por su espalda, marcándolo con caminos de sangre a la vez que sus
labios mordían el mentón del genio, deslizándose hacia su garganta.
- Así no puedo moverme,
artista.
- No es mi problema.
Leonardo gimió cuando su
mano se deslizo entre los dos cuerpos y acogió ambas erecciones.
El pecador ahogó un grito
contra su garganta y sus manos se desplazaron desde la espalda hacia abajo,
buscando con sus dedos la entrada de Leonardo, pero los grilletes de sus manos restringían
sus movimientos.
- Leonardo. Suéltame.
-He dicho que no.
El pecador unió sus manos
encadenadas a la de Leo y un gruñido casi salvaje broto de su garganta cuando
el artista empezó de nuevo con su vaivén, moliendo sus caderas contra las suyas
cada vez más deprisa.
Sus bocas peleaban juntas, lengua contra lengua. Labios contra labios y aliento contra aliento sin abandonarse ni un segundo la una a la otra.
En pocos minutos ambos jadeaban, mascullando palabras inteligibles.
Sus bocas peleaban juntas, lengua contra lengua. Labios contra labios y aliento contra aliento sin abandonarse ni un segundo la una a la otra.
En pocos minutos ambos jadeaban, mascullando palabras inteligibles.
Riario mordió con fuerza
en hombro de Leonardo al alcanzar su orgasmo y al sentir como dientes se
clavaban en su piel, el tampoco duro mucho.
Cayó sobre el cuerpo del guerrero y apoyo la cara en el hueco entre el cuello y el hombro, intentando recuperar la respiración y depósito allí un tierno beso, a la vez que acariciaba el pelo negro del conde.
El pecador se rio y clavo sus uñas en las caderas de Leonardo.
Cayó sobre el cuerpo del guerrero y apoyo la cara en el hueco entre el cuello y el hombro, intentando recuperar la respiración y depósito allí un tierno beso, a la vez que acariciaba el pelo negro del conde.
El pecador se rio y clavo sus uñas en las caderas de Leonardo.
- ¿No quieres que te
folle, Leo?
Porque me da un poco
igual ahora mismo lo que quieras tu... Yo estoy deseando hundir mi polla en tu
dulce....
-¡No quiero ni que me mires, bastardo hijo de puta!
Leonardo metió la mano
bajo la almohada y con rapidez le clavo a Riario una jeringa de su invención,
hecha a base de plumas, en el cuello, inyectándole una buena dosis de sedantes.
Riario grito enfurecido,
pero la mezcla de sedantes era fuerte y el conde cayó desplomado sobre la cama.
- Más te vale que cuando
despiertes seas mi Girolamo el que este ahí y no tú, porque si no pienso
drogarte hasta que vuelvas al puto infierno de dónde has salido, malnacido
arrogante.
Leonardo rodo por la cama, quedándose boca arriba y respirando entrecortadamente.
Obligándose a levantarse, fue a por un paño y limpio un poco a Riario, tapándolo luego con una manta.
Con una mezcla de desaliento y rabia miro el cuerpo inconsciente.
-Girolamo...Vuelve, por favor.
Suplico mientras echaba unas mantas en el suelo. Estaba agotado y decidió descansar hasta que Nico y So volvieran con lo necesario para curar el mal de Riario.
Leonardo rodo por la cama, quedándose boca arriba y respirando entrecortadamente.
Obligándose a levantarse, fue a por un paño y limpio un poco a Riario, tapándolo luego con una manta.
Con una mezcla de desaliento y rabia miro el cuerpo inconsciente.
-Girolamo...Vuelve, por favor.
Suplico mientras echaba unas mantas en el suelo. Estaba agotado y decidió descansar hasta que Nico y So volvieran con lo necesario para curar el mal de Riario.
continua en el CAPITULO XVI
Quiero al Pecador!
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