martes, 15 de marzo de 2016

CAPITULO XV





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CAPITULO XV

Riario sonrió y tirando del pelo de Leonardo se apoderó de sus labios, mordiéndolos con sus dientes y saqueando cada rincón de su boca con la suya.
El artista gimió ante el húmedo contacto y el monstruo aprovechó para chupar su lengua.

Leonardo se arqueo hacia adelante, posando sus manos en los hombros del conde y lo empujó hacia atrás, haciéndolo caer sobre las almohadas.


Riario río con voz ronca y sus manos encadenadas se aferraron a las delgadas caderas del artista, tirando de el hacia su cuerpo.

Leonardo se tumbó sobre él, encajándose contra su pelvis.

Podía sentir la erección del conde contra la suya y con destreza, desabrocho los pantalones, liberando el miembro duro y palpitante de Girolamo.

- Suéltame, artista.

Leonardo negó con la cabeza y con un suave vaivén empezó a moler sus caderas contra las de Riario.

- No te voy a soltar. Si me quieres, me tendrás, pero no pienso quitarte las cadenas.

Las manos de Riario se deslizaron por su espalda, marcándolo con caminos de sangre a la vez que sus labios mordían el mentón del genio, deslizándose hacia su garganta.

- Así no puedo moverme, artista.


- No es mi problema.

Leonardo gimió cuando su mano se deslizo entre los dos cuerpos y acogió ambas erecciones.

El pecador ahogó un grito contra su garganta y sus manos se desplazaron desde la espalda hacia abajo, buscando con sus dedos la entrada de Leonardo, pero los grilletes de sus manos restringían sus movimientos.

- Leonardo. Suéltame.

-He dicho que no.


El pecador unió sus manos encadenadas a la de Leo y un gruñido casi salvaje broto de su garganta cuando el artista empezó de nuevo con su vaivén, moliendo sus caderas contra las suyas cada vez más deprisa.

Sus bocas peleaban juntas, lengua contra lengua. Labios contra labios y aliento contra aliento sin abandonarse ni un segundo la una a la otra.


En pocos minutos ambos jadeaban, mascullando palabras inteligibles.
Riario mordió con fuerza en hombro de Leonardo al alcanzar su orgasmo y al sentir como dientes se clavaban en su piel, el tampoco duro mucho.

Cayó sobre el cuerpo del guerrero y apoyo la cara en el hueco entre el cuello y el hombro, intentando recuperar la respiración y depósito allí un tierno beso, a la vez que acariciaba el pelo negro del conde.

El pecador se rio y clavo sus uñas en las caderas de Leonardo.


- ¿No quieres que te folle, Leo?
Porque me da un poco igual ahora mismo lo que quieras tu... Yo estoy deseando hundir mi polla en tu dulce....


-¡No quiero ni que me mires, bastardo hijo de puta!

Leonardo metió la mano bajo la almohada y con rapidez le clavo a Riario una jeringa de su invención, hecha a base de plumas, en el cuello, inyectándole una buena dosis de sedantes.

Riario grito enfurecido, pero la mezcla de sedantes era fuerte y el conde cayó desplomado sobre la cama.

- Más te vale que cuando despiertes seas mi Girolamo el que este ahí y no tú, porque si no pienso drogarte hasta que vuelvas al puto infierno de dónde has salido, malnacido arrogante.


Leonardo rodo por la cama, quedándose boca arriba y respirando entrecortadamente.

Obligándose a levantarse, fue a por un paño y limpio un poco a Riario, tapándolo luego con una manta.


Con una mezcla de desaliento y rabia miro el cuerpo inconsciente.


-Girolamo...Vuelve, por favor.


Suplico mientras echaba unas mantas en el suelo. Estaba agotado y decidió descansar hasta que Nico y So volvieran con lo necesario para curar el mal de Riario.


continua en el  CAPITULO XVI

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