martes, 15 de marzo de 2016

CAPITULO XVI



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CAPITULO XVI

Leo se despertó confuso, sin saber muy bien donde estaba. Tenía el cuerpo entumecido y dolorido, y se froto la cara, intentando despejarse.

Miro por encima de su hombro hacia la cama, y vio que Riario seguía bajo los efectos del sedante.

Obligándose a moverse, se puso en pie, apartándose de la cara el pelo enmarañado que le caía en mechones desordenados sobre los ojos y desperezándose estiro sus doloridos músculos.

Vio que Nico había traído comida y todo lo necesario para curar el mal de Girolamo y sonriendo cogió un plato con fruta.

Se acercó a la cama, y con cuidado sacudió al conde.


- Girolamo... despierta.


Riario abrió los ojos y Leo pudo comprobar con alivio que volvían a ser normales y con una sonrisa, se sentó al lado de su amante en la cama.


-Me alegra ver que estas de vuelta.


Susurro el artista acariciando con cariño la mejilla de Girolamo.


- Yo también me alegro de estar aquí contigo, caro.


Leo se mordió el labio y se inclinó para besarlo.


-¿Tienes hambre? Nico ha traído algo de comida. No hay mucho que ofrecer, pero más tarde intentare conseguirte algo con más consistencia.


Riario se sentó en la cama, y asintió.


-Tengo hambre, pero primero necesito algo de tiempo para mí mismo.


Susurro avergonzado. Leo sonrió y lo libero de sus ataduras.


-No puedo dejarte salir, pero si necesitas algo, Zo trajo algunas de tus cosas.


El conde sonrió y cogió las manos de Leonardo entre las suyas, y con ternura, se las llevó a los labios y beso cada una de ellas con cariño.


-No sé cómo agradecerte que hagas esto por mí, Leonardo.


El artista negó con la cabeza, restándole importancia.


-No hay nada que agradecer...

Riario sonrió y tras darle las gracias de nuevo, fue a adecentarse un poco, mientras Leo trabajaba en su mesa.


Poco después, ambos estaban sentados allí, comiendo y Leo le tendió una copa.


-Bébete esto. Te hará bien.


Riario arrugó la nariz ante el sabor, pero bebió el contenido de la copa sin protestar.


- Creo que anoche te envenenaron de nuevo. Casi puedo jurar que Battista está detrás de todo, pero no puedo acusarlo sin pruebas. El caso es que este remedio sirve contra tu enfermedad. No puedo prometerte que sea una solución definitiva, pero por lo menos lo será hasta que encuentre una cura y hasta que podamos irnos de aquí. Battista quiere el libro de las hojas y va a por nosotros...

Riario suspiro y frotándose la cara, maldijo al cardenal.


-No va a dejarnos en paz, ¿verdad?


Leonardo negó con la cabeza y Riario se rio con amargura.


- Pensaba que nada podía ser peor que Alessandri, pero veo que me equivocaba.

Leonardo se levantó y se arrodillo a su lado, posando sus manos en las rodillas del conde.

-No voy a dejar que nos haga daño, Girolamo. He esperado demasiado para dejar que algo nos separe ahora y si alguien pretende alejarte de mi lado, no respondo de mis actos.


"Miente...hace un rato ha estado a punto de follar conmigo..."


Susurro el pecador en su cabeza y Girolamo suspiró y cogiendo su mentón entre sus dedos, lo miro con cariño.


-Yo tampoco voy a dejar que te alejen de mi lado.


-Girolamo... tengo que contarte algo. Es importante.


Riario pudo ver una expresión que jamás había visto en el rostro de Leonardo y lo miro con atención, intentando descifrar si era culpa o vergüenza lo que alteraba el rostro del artista.


- Antes, cuando no estabas, ha pasado algo. Yo....


Leo suspiro, frotándose la boca y alzo sus preciosos ojos verdes hacia los del conde.


- Giro, tuve sexo con el pecador. Me prometió que me dejaría curarte si lo hacía.


"Miente...Lo hizo porque le da igual tu que yo... Solo se preocupa de su lujuria y de su propio placer...Como aquella vez en el barco"


El Pecador seguía hablando en su mente y Riario se froto los ojos ladeando la cabeza.

Podía oír a Leonardo, pero la voz del pecador era como un martillo golpeándolo donde mas le dolia.*


- ¿Esa fue la única razón, Leonardo?


Logro gemir Riario apretándose los ojos con las yemas de sus dedos. El pecador seguía y seguía y él estaba a punto de perder la poca cordura que le quedaba.


-Por supuesto, Girolamo... Sabes que no hay nada que yo no hiciera por ti.


Leonardo se sentía confuso por el cambio de tono en la voz de su amante y aun arrodillado entre sus piernas, le froto los muslos con sus manos.


- Giro... ¿te encuentras bien?


“Está mintiendo… te engaña, míralo…haciéndose el inocente como un corderito… ¿enserio crees que realmente te ama? Creo que me prefiere a mí…”

Susurró el Pecador dentro de su cabeza y Girolamo miro con furia al maestro y agarrándolo del pelo, lo levanto del suelo.


-¿Cómo coño quieres que me encuentre bien si lo único que haces es mentirme? El me lo ha dicho.... Me ha dicho que no me quieres, y que solo estas aquí por conveniencia.


Leonardo agarro el antebrazo del conde, intentando que lo soltara.


-No, Girolamo... Mírame, por favor...  Tu sabes por qué estoy aquí...


-¿Quieres callarte de una puta vez, artista? Lo único que te pedí es que no me mintieras, y no has hecho nada más desde que llegaste.


Girolamo lo arrastro por el taller, y lo empujó con fuerza sobre la cama.


-¡¡ ¿Es tan difícil entender que yo confío en ti?!!


Grito apretándose las sienes. El Pecador seguía hablándole y su rabia no había más que aumentar y aumentar.


-Te quiero Leonardo, y tú has aprovechado esa debilidad en mí para beneficiarte.


-Girolamo, por favor...escúchame... Escúchame, caro mío...


Leonardo intento incorporarse y el conde lo empujó de nuevo.


-¡¡No!!! Escúchame tú a mí. Te lo he dado todo. ¡Todo! Mi cuerpo y mi alma son tuyos y tú me has engañado, traicionandome de la manera que más podía dolerme...


Leonardo se incorporó de nuevo, logrando agarrarlo de los brazos y lo obligo a mirarlo.


-Girolamo, escucha...Escúchame a mí. Por favor...


-No quiero escucharte...No quiero más mentiras. Lo único por lo que sigues aquí es porque conmigo dispones de todo lo que necesitas, pero cuando encuentres a otro benefactor, te iras. El me lo ha dicho. El Minotauro lo sabe...

Leo lo miro horrorizado.


-Eso no es cierto... No me voy a ir. No pienso dejarte. Por favor, escúchame... Te amo, Girolamo...


- Ya basta, Da Vinci... Mientes. Todo lo que sale de tu boca son mentiras, y ya no quiero seguir escuchándote.


Riario intento soltarse, revolviéndose. Era mejor que Leonardo en la lucha cuerpo a cuerpo y se aprovechó de ello para librarse del artista.

En pocos minutos, todo el taller era un caos, y los dos forcejeaban, uno intentando soltarse, y el otro intentando mantenerlo sujeto.


-¡¡¡Joder!!!  ¡Ya basta Girolamo!

Leonardo consiguió inmovilizarlo contra la pared y cogió su cara entre sus manos.

- Escúchame, caro. Te amo y estoy aquí. Me dan igual todas tus posesiones porque lo único que necesito es a ti.

Riario forcejeo, clavándole las uñas en el dorso de las manos.


-Suéltame, Da Vinci.


El conde clavo más sus uñas en las manos del artista, intentando que lo soltara y Leonardo siseo por el dolor, pero haciendo caso omiso, se mantuvo firme y lo obligó a seguir mirándolo.

- Sin ti no tengo nada, por favor, Girolamo.... Por favor...


Riario levanto sus ojos a los de Da Vinci y vio como el brillo de las lágrimas amenazaba los ojos del maestro.


-¿Por qué, Leonardo? ¿Por qué me has engañado?


Susurro Riario mirándole.


- No lo he hecho... Mi corazón solo está contigo, Girolamo.


El artista se inclinó hacia adelante y se apoderó de la boca de su amante.

Su lengua acarició los labios del conde, intentando derribar con sus caricias el muro que había surgido entre ellos y tras unos segundos, Girolamo correspondió a su beso casi con desesperación, saqueando su boca con violencia.

Leonardo gimió al sentir como los dientes de Riario tiraban de sus labios y jadeo contra su boca abierta cuando Riario posó sus manos en sus caderas, empujando su pelvis contra el bulto considerable que se había formado bajo sus pantalones.


- Follame, Girolamo... Déjame ser tuyo, caro.


Susurro Leonardo jadeando con su boca entreabierta.


Con un movimiento rápido, el romano se separó de la pared y guio a Leonardo a través de la habitación, sin dejar de besarlo y manteniéndolo sujeto con sus manos contra su cuerpo hasta que tropezaron contra una de las mesas.

Sin perder ni un segundo, Riario barrió con su mano todo lo que encontró a su paso y con destreza, logró tumbar al artista de espaldas contra la madera.

Leo jadeo al sentir como su cuerpo chocaba contra una superficie sólida y fría y con prisas se libró de sus ropas, a la vez que Girolamo desabrochaba las suyas, sin quitárselas del todo.

Riario tiro de sus piernas, dejándolo casi al borde de la mesa y en unos segundos presionaba su miembro contra su entrada. Leo jadeo, en busca de aire, al sentir como centímetro tras centímetro, el conde se abría paso en su cuerpo, provocándole dolor y placer a la vez.

- Oh... Joder.... Si...

Girolamo clavó sus dedos en la cintura del artista y, empezó a embestir con fuerza arrancando jadeos ahogados de la garganta del maestro.


-Eres mío...Solo mío, Leonardo.


Gruño el conde inclinándose para morder la garganta expuesta del artista.

Leo podía sentir como el piercing que llevaba puesto su amante, arañaba en el sitio perfecto y se agarró a sus antebrazos, clavándole los dedos y rodeándolo con sus piernas, apretó las caderas de Girolamo con sus muslos.

- Más fuerte, vita mía...Mas fuerte...


Jadeo Leonardo empujándolo con sus talones.

Riario deslizó sus manos por los costados de Leonardo, arañándolo y guiándolas hacia atrás, lo incorporó hacia su pecho.
Leonardo grito al sentirse completamente lleno y logro balbucear algunas palabras contra los labios de su amante.

- La cama...

 Susurro el maestro agarrándose con fuerza a los amplios hombros del conde.

Una carcajada ronca y llena de deseo broto de la garganta de Riario y con facilidad lo levantó de la mesa.

Leo gemía y balbuceaba, incapaz de decir algo coherente, deleitándose en las sensaciones que le producía el miembro de su amante firmemente enterrado en su interior.

A lo largo de los años había disfrutado de infinidad de amantes, pero ninguno le había hecho sentir lo que sentía con Girolamo.


Riario mantuvo a Leonardo sujeto contra su pecho, y haciendo gala de una fuerza extraordinaria, se dirigió hacia la cama.


Leo hundió sus dedos en el espeso pelo negro del romano y sin dejar de besarle, jadeo de nuevo cuando Riario lo tumbó sobre las sabanas y se inclinó sobre su boca.


-Artista, espero que nunca le muestres esta faceta tan lasciva a ninguna otra persona, porque lo considerare como la más alta traición. Jamás vuelvas a engañarme, porque no te lo perdonaría nunca. Eres solo mío...Mío.



Girolamo se alzó sobre sus manos, mirando con intensidad al artista y cuando su cabeza bajo en busca de sus labios, lamiéndolos, chupándolos y mordiéndolos, el genio rodeo sus caderas con sus piernas, empujándolo contra el con sus pies.

Con un ritmo constante, Riario se molió contra la entrada del artista, haciéndolo rebotar sobre la cama, debido a la fuerza de sus envites y Leonardo no podía hacer otra cosa que gemir y gemir, perdido en el placer que su amante le proporcionaba.


Con el miembro del florentino rozando contra su abdomen, Riario gimió, apretando los dientes.


-Nunca vuelvas a engañarme.... Nunca...


- Nunca, Giro…Nunca...


Jadeo Leonardo incapaz de decir nada más.


Una de las manos de Riario se deslizo entre sus cuerpos y acogiendo la erección del genio en su puño, empezó a masturbarlo con la misma fuerza con la que se movía en su interior.


El artista clavo sus dedos en los músculos de su espalda y se arqueo por completo, gritando el nombre de su amante cuando sintió como todos sus músculos se tensaban, al ser golpeado por un orgasmo, que lo dejo débil y tembloroso.


Cuando Riario sintió al maestro estremeciéndose entre sus brazos, el tampoco duro mucho, y vertió su calor dentro de la estrecha gruta que lo acogía, y pudo notar como Leonardo se estremecía, entre gemidos y gritos de éxtasis.


Tras unos intensos segundos de placer indescriptible, el conde se desplomo sobre el pecho de su amante y hundió su rostro en el hueco de su cuello, respirando entrecortadamente.

Leo se abrazó a él, besando toda la piel que tenía a su alcance y cuando Riario se movió para quitarse de encima, Da Vinci, lo apretó con más fuerza,  manteniéndolo contra su cuerpo.


-No... No... No te vayas... no te vayas...


Girolamo asintió, y acaricio con su nariz el mentón de Leonardo que acariciaba su espalda, en suaves caricias.


- Te amo tanto que pierdo la cordura cada vez que estás conmigo, Leonardo. 


Suspiro Riario y cerró los ojos, perdiéndose en la sensación de paz que lo envolvía.

La voz del Minotauro había desaparecido de su mente, y se sentía seguro entre los brazos de Da Vinci.


-Yo también te amo, Girolamo...


Susurro Leonardo besándolo y acariciando su pelo con suaves caricias.


Riario suspiro, abrazando a Leonardo y rodo por la cama, para que el artista pudiera quedar encima.


- Si te perdiera, terminaría de volverme loco.


Susurro  hundiendo su rostro entre el pelo del maestro. Leonardo beso su sien y negó con la cabeza.


-No vas a perderme. Estoy aquí contigo y para ti, pase lo que pase. Creo que ambos hemos sufrido ya suficiente.


Girolamo busco sus labios y lo beso con cariño, abrazándolo contra su pecho.


- Aunque no te diga que te amo con tanta frecuencia como debería, quiero que sepas que lo hago. Siempre lo he hecho.


Leonardo sonrió y asintió, quitándose de encima. Beso de nuevo a Girolamo y acaricio con su palma abierta los músculos de su estómago.


-Descansemos un rato y luego  prepararé la siguiente dosis. Por cierto... Me encanta lo que te has puesto.


El artista acaricio el piercing con picardía, arrancándole un gemido al conde y se echó a reír


 - Nunca pensé que uno de los pendientes de Vanessa te quedará tan bien.

Girolamo soltó una carcajada y se acurruco contra el cuerpo caliente que tenía a su lado y sintió que la vista empezaba a nublársele y que los músculos se volvían gelatina.

- ¿Me has drogado otra vez?

Preguntó haciendo un gran esfuerzo por mantener los ojos abiertos.

Leonardo asintió y le acarició el pelo con suavidad, apartándoselo de los ojos.

- Ajá.... Es sólo un poco de belladona untada en la piel de mi garganta... Ahora duerme, mi príncipe oscuro. Si todo sale según mis cálculos, al anochecer partiremos hacia Florencia.

El artista pudo notar como la respiración del conde se volví a más pesada y sonrió, tapándolos a ambos con una manta.

Su máxima prioridad era curar el mal de Girolamo y poder escapar de las garras del cardenal Battista antes de que fuera demasiado tarde.

CONTINUA EN EL CAPITULO XVII




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