sábado, 23 de abril de 2016

CAPITULO XXX

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CAPITULO XXX
El artista se acercó a la barra de la taberna y pidió una gran jarra de vino y un plato de uvas y tras darle unas monedas a la mujer, se giró con una sonrisa llena de promesas hacia Girolamo.

-Vamos, Girolamo. Una vez me dijiste que si ibas a ir al infierno, fuera yo quien te llevara.... pero esta vez te llevare de la mano hasta los placeres del paraíso, placeres que nunca antes has sentido antes y estoy dispuesto a sacrificar mi alma para mostrártelos.

Riario contuvo el aliento, sintiendo la presión de su miembro contra el cuero de sus pantalones y de repente no pudo esperar. Necesitaba a Leonardo tanto como respirar y cogiendo la mano que el artista le tendía, subieron a la habitación que había rentado.

CAPITULO XXIX


ATENCION: ESTE POST CONTIENE INSINUACIONES SEXUALES Y LENGUAJE ADULTO.
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CAPITULO XXIX

Riario se dio la vuelta y empezó a camina entre el gentío.
Absorto paseaba arriba y abajo entre los puestos de los mercaderes, sorprendiéndose de la cantidad de cosas que podía comprar para Leonardo, y su simple recuerdo, hizo que un nudo se formara en su pecho.



Quería a ese genio loco, pero a veces quería golpearlo porque era un necio...Un necio que no sabía apreciar lo que El Señor le había concedido: Una familia, amigos, gente que le quería, y Girolamo, que jamás había tenido nada de eso, se sentía decepcionado y furioso con el arista.

Se había criado solo en el monasterio,entrenando para la guerra, aprendiendo a sobrevivir y sin tener a nadie a su lado hasta que Alessandro había ido a buscarlo, concediéndole el regalo de un apellido, que aunque no fuera el que realmente le correspondía, no estaba tan mal.

sábado, 16 de abril de 2016

CAPITULO XXVIII



Advertencia: este post puede contener situaciones de violencia, insinuaciones sexuales y palabras inadecuadas.
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CAPITULO XXVIII
Dos días más tarde, Leonardo casi levitaba debido a la felicidad de hallarse libre de las garras de Incencio y del Vaticano y lanzo un grito de entusiasmo al ver el prado sembrado de heno que se alzaba ante ellos.


A su lado, a lomos de un bello ejemplar de corcel español, Riario lanzo una carcajada.

El viento despeinaba su pelo, apartando el  flequillo de sus ojos  y su oscuro y habitual uniforme negro había sido sustituido por una camisa blanca abierta, un pantalón de cuero negro, unas botas de caña alta y una casaca de ante y cuero sin curtir.

Se sentía extraño, pero  la vez libre y con una sensación en el estómago que solo había experimentado cuando estaban en el nuevo mundo, lejos de Sixto y de sus abusos.


-¡¡¡Vamos... Vamos!!! ¡¡¡¡ Oh, sí!!! Estamos en casa, Girolamo... En casa...

CAPITULO XXVII



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CAPITULO XXVII



-Lo he intentado todo, pero no da el resultado esperado...

Leonardo grito exasperado, y se apoyó con las dos manos sobre la mesa en la cual estaba el quinto lienzo que había estropeado.

Con rabia arranco la tela y la lanzo por los aires, perdiendo la paciencia, mientras Girolamo lo observaba con un gesto divertido.

Cuando el ataque de rabia de Leonardo paso, el conde se acercó y lo rodeo con los brazos, mirando por encima de su hombro.


-Podríamos mirar en el libro de las hojas. Tiene que haber algún método que consiga imprimar la tela como si se quemara desde dentro hacia afuera.

sábado, 9 de abril de 2016

CAPITULO XXVI





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CAPITULO XXVI

Unas horas más tarde, Leonardo se despertó, envuelto en una bruma de placer que hacía que su cabeza diera más vueltas que cuando fumaba la leche de amapola.
Sentía el calor de Girolamo a su espalda, sus labios en su cuello, besando y acariciando su vena con la lengua y una de sus manos rodeando su miembro y gimió, echando la suya hacia atrás, para poder posarla en la cadera de su amante.

La otra  mano del conde se paseó por su pecho, acariciándolo y bajo por su estómago, con una delicadeza que el artista no había experimentado nunca.

CAPITULO XXV





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CAPITULO XXV


Leonardo se dejó guiar y se sorprendió al ver cómo tras asegurarse de que nadie los seguía , Girolamo tiro de una de las antorchas que estaban ancladas en la pared de piedra, y un oscuro pasadizo, húmedo y frio se abrió ante ellos.

Leonardo no podía creer que jamás se hubiera dado cuenta de que durante meses y meses se hubiera ocultado junto a un pasadizo para poder escuchar a su amante durante las noches.

Ocultos entre las sombras tomaron un camino que Da Vinci no había visitado nunca, moviéndose hasta que llegaron a la parte más alta de la fortaleza.

viernes, 1 de abril de 2016

CAPITULO XXIV




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CAPITULO XXIV
El conde tiro de Leonardo arrastrándolo hasta detrás de una de las columnas, justo a tiempo.
Los guardias estaban muy cerca y ambos amantes contenían el aliento, mirándose a los ojos.
Leonardo bajo su vista hacia los labios de Girolamo y trago saliva, sintiendo como su corazón se aceleraba.

Realmente no sabía si todo era real o un simple producto de una ensoñación producida por el opio, pero de lo que estaba seguro era que necesitaba a Girolamo a su lado.
Los meses que había pasado sin el habían sido una tortura y ahora que podía sentir su proximidad, todo su ser se llenó de una agradable sensación que calentaba por igual su cuerpo y el corazón que creía muerto.



Los guardias se alejaron pasillo abajo y las manos del artista se cerraron en torno a la camisa de Girolamo, atrayéndolo hacia él.

CAPITULO XXIII




Advertencia: Este post contiene escenas que algunas personas podrian considerar hirientes. No es mi intención en ningun modo. Contiene uso de drogas, lenguaje inapropiado y violencia fisica y verbal. 


CAPITULO XXIII
 

Horas más tarde, envuelto en la bruma del opio y como cada noche, se ocultó en las sombras, esperando su pequeña dosis de tortura y cuando poco después oyó gemidos ahogados, un nudo de pena cerró su garganta.

Girolamo iba a ser padre y él lo había perdido para siempre y ya no podía seguir soportando por más tiempo el dolor que torturaba su alma.

No tenía ni idea de cómo iba a terminar el encargo del Papa Inocencio, pero si seguía en Sant Angelo, se volvería loco del todo.

Sandro tenia razón: No había nada malo en el amor, pero si en el sufrimiento y escuchar al conde con Catalina noche tras noche, lo hacía sufrir más que nada en el mundo.

Se disponía a marcharse cuando salió de entre las sombras a trompicones y tropezó con alguien.

Unas fuertes manos lo agarraron antes de que cayera y se sorprendió al ver al conde, mirándolo con estupor.