Advertencia: Este post contiene escenas que algunas personas podrian considerar hirientes. No es mi intención en ningun modo. Contiene uso de drogas, lenguaje inapropiado y violencia fisica y verbal.
CAPITULO XXIII
Horas más tarde, envuelto en la bruma del opio y como cada noche, se ocultó en las sombras, esperando su pequeña dosis de tortura y cuando poco después oyó gemidos ahogados, un nudo de pena cerró su garganta.
Girolamo iba a ser padre y él lo había perdido para siempre y ya no podía
seguir soportando por más tiempo el dolor que torturaba su alma.
No tenía ni idea de cómo iba a terminar el encargo del Papa Inocencio,
pero si seguía en Sant Angelo, se volvería loco del todo.
Sandro tenia razón: No había nada malo en el amor, pero si en el
sufrimiento y escuchar al conde con Catalina noche tras noche, lo hacía sufrir más
que nada en el mundo.
Se disponía a marcharse cuando salió de entre las sombras a trompicones
y tropezó con alguien.
Unas fuertes manos lo agarraron antes de que cayera y se sorprendió al
ver al conde, mirándolo con estupor.
-Pero tu.... ella... Está embarazada....
Leonardo señalo la habitación y aunque a duras penas se tenía en pie,
era más que evidente que no era con Girolamo con quien Catalina estaba
compartiendo lecho.
-Ella es solo mi esposa a ojos de los demás, Leonardo. Su amante Medici
es el que la complace todas las noches.
Leonardo lo miro con los ojos enrojecidos por el vino y el opio y aunque
el conde seguía sujetándolo de los antebrazos. El artista se revolvió para
zafarse, mirándolo con odio y no pudo seguir aguantando más tiempo la rabia y
la pena que lo consumían y estallo en reproches hacia su antigua némesis.
- ¡Me mentiste! ¡Me dijiste que me amabas, que nunca lo dudara y te
fuiste con ella! ¡Me abandonaste y me entregaste a Inocencio para que no
pudiera marcharme! ¿Te ha complacido torturarme durante todo este tiempo? ¿Exhibiéndote
con esa princesa bastarda sin ni siquiera darme una explicación de por qué me
dejaste? Quítate de en medio, porque ahora mismo sería capaz de
estrangularte....
Leonardo vio como Riario le daba vueltas al guardapelo que llevaba al cuello, y con rabia se lo arranco, lanzándolo lejos y empujó a Girolamo con su hombro para que se quitara de en medio. El conde ahogo un gruñido y se apresuró a recoger el relicario arrodillándose en suelo, gimiendo.
-No...No...No... No me quites lo único que me queda...
Leonardo bullía de ira y le pego una patada a la joya, cuando los dedos de Girolamo se iban a cerrar en torno a ella y el conde se puso de pie, rápido como un rayo y con rapidez lo estrello contra la pared, tapándole la boca, y el artista intento golpearlo con la botella de vino que aun llevaba en la mano, pero la que le quedaba libre a Riario bajo a toda velocidad y se cerró en torno a la muñeca del artista, presionando entre los tendones para que la soltara.
Girolamo lo miro con sus inmensos ojos oscuros y se acercó a su rostro,
hablando con voz pausada y ronca, aunque su pecho subía y bajaba, debido al
esfuerzo que debía hacer para mantener a Da Vinci inmovilizado y en silencio.
-Tenía que ser así, Leonardo.... pero no comprendes que te necesito tanto que me duele, Morir no es estar solo en una tumba...Morir es ser devorado por el olvido del tiempo y no tenerte a mi lado... Y aun así te he permanecido fiel, sin llevar a ningún artista a mi cama, como tú has hecho con Botticelli hace no más de dos horas....
Le reprocho el conde y vio como los ojos de Leonardo se abrían con
asombro.
Intuyendo que el artista iba a permanecer en silencio, aparto la mano de
su boca, pero en cuanto lo hizo los reproches siguieron.
-Para tu información no ha pasado nada con Sandro, y aparte de dejarme
solo también me has incapacitado para acostarme con nadie más, porque no se me
levanta, ¿ya estas satisfecho? Ahora déjame de una puta vez y vete con tu
jodida zorra. Tú al menos si puedes seguir follando con alguien... a mí me has
convertido en un eunuco.
Leonardo intento golpear con su rodilla las partes bajas del conde, pero
una vez más, Girolamo demostró su habilidad y reflejos en la lucha y lo paro, empujándolo
con su pelvis contra la pared, pero el artista no quería ceder tan fácilmente y
siguió revolviéndose, intentando golpearlo, aunque estaba literalmente
aplastado contra la pared.
Girolamo gruño, ejerciendo más presión para mantener sujeto a Leonardo
se acercó más a su cara, mirándolo casi con furia. Quería abofetearlo, pero también
quería besarle y tenerle tan cerca no estaba ayudando.
-Yo te quiero, y nunca te he engañado, puedes creerme o no, pero no me
exijas fidelidad cuando has sido tú el que se ha estado revolcando por ahí con
otro.
- Mientes... Tus palabras son vacías. Si me querías como decías hacerlo,
jamás me habrías abandonado, ni me hubieras obligado a quedarme aquí, viéndote
cada día con ella...Sabiendo que cada gesto en el que le prodigabas tu amor,
era como si una de tus dagas se clavara en mis entrañas, merecerías que me
hubiera revolcado con Sandro hasta cansarme, pero como te he dicho, la polla ya
no se me levanta.
Para enfatizar sus palabras se arqueo contra Girolamo, para frotar la
parte susodicha contra la de su antiguo amante, pero ahora su anatomía parecía
traicionarle y el conde se lamio los labios, humedeciéndolos y las palabras
salieron de su boca antes de que supiera ni que las estaba pensando.
-Pues parece que conmigo sí que se empalma...
Murmuro perdiendo el hilo de lo que iba a decirle al artista.
Leonardo seguía envuelto en su bruma de alcohol y opio y aunque quería
luchar y golpearle su cuerpo no parecía querer colaborar, y además el conde
estaba muy cerca... Demasiado.... Podía sentir su aliento cálido en su cara y
cada centímetro de su cuerpo esculpido presionando contra el suyo.
-¿Por qué lo hiciese, Girolamo? ¿Por qué me dejaste?
Leonardo gimió, casi al borde de las lágrimas, completamente derrotado y
Girolamo sintió que se le encogía el estómago.
-No quería herirte, mi caro, pero era necesario. Lo hice por ti... por
tu vida, porque fui egoísta y preferí verte sufrir que verte muerto.
Da Vinci negó con la cabeza, mirándolo fijamente a los ojos, y cuando
hablo, su voz estaba rota, apenas audible, por el llanto que pugnaba por salir,
desbordándose desde sus ojos.
-Lo peor de todo esto, lo que me desgarra el corazón y lo convierte en
un puto despojo y me hace tener miedo es perderte... A ti, quien ni siquiera es
ya mío.... Por qué en el momento que le distes el Sí a ella, en aquella maldita
ceremonia. En ese maldito instante dejaste de ser mío. Tú te encargaste de
desgarrar mi alma en mil pedazos. He estado viviendo en un infierno continuo
por tu culpa.... Queriendo morir una y otra vez y ¿ahora pretendes que te crea?
Leonardo rio amargamente y miro a Girolamo a los ojos con una mirada
llena de dolor y reproches y siguió hablando.
-Que crea que todo era una farsa. Quieres que crea que todo fue un
montaje para protegerme...
El artista suspiro apretando sus puños mientras Riario lo observaba,
roto de dolor.
- Hubiera preferido vender mi alma al mismísimo Lucifer.... Girolamo...
Hubiera preferido morir y no haber sufrido que seguir viviendo y tener que
soportar todo esto.
Leonardo sentía como la cabeza le daba vueltas y se preguntó si
realmente no estaría sufriendo una de sus crisis alucinatorias.
Riario subió su mano abierta por el rostro de Da Vinci, sintiendo como
la barba del artista rozaba contra su palma y lo miro con intensidad acercándose
un poco más.
-No te dejé, caro... Siempre has estado conmigo, porque te llevo aquí.
Eres mi corazón y sin corazón nadie puede vivir, Leonardo.
Girolamo guio la mano con la que el artista había intentado golpearlo él
y la poso en su corazón, dejando que el maestro sintiera latido contra sus
dedos.
Leonardo cerró los ojos, sintiendo cada latido del conde con fuerza
contra su palma abierta y en su mente dibujo cada uno de las contracciones del corazón
de su amor.
Abrió los ojos y pudo ver como los de Girolamo brillaban a la luz de las
antorchas que iluminaban el pasillo y levanto su mano derecha hacia ese rostro
que había pintado una y otra vez, atrapando una lagrima solitaria que resbalaba
mejilla abajo con su dedo pulgar.
-Me dejaste solo... Me abandonaste por ella sin decirme nada... Pensé
que ya no me querías. No podía soportar escuchar sus jadeos tras la puerta cada
noche, sabiendo que estabas con ella y solo podía imaginarte sobre su cuerpo, dándole
lo que a mí me habías negado.
- Nunca, artista... Nunca he compartido mi cuerpo con ella. Tú eres y
serás siempre la luz en mi mundo de sombras.
Leonardo frunció el ceño confuso y Girolamo no pudo seguir conteniéndose.
Acuno el rostro de su artista entre sus manos y mirándolo con
intensidad, acerco sus labios a los de Da Vinci.
-¿Cómo podría estar con ella si tú eres el sol que ilumina mi camino en
esta oscura soledad, Leonardo? No puedes juzgar de pecador a quien no ha
cometido pecado alguno, artista y si me juzgas, que sea por el pecado de amarte
más que a mi vida...
Riario siguió acunando la cara de Leonardo entre sus manos, y acercándose
despacio y se apodero de sus labios, con un beso hambriento, devorando sus
labios y su lengua, hasta que logró arrancar un gemido de la garganta del
artista.
Leonardo a su vez, acuno también el rostro de su amado entre sus manos y
le correspondió, con las mismas ansias desesperadas.
El artista sentía su mente embotada por el opio y el alcohol, pero todo
lo que podía sentir era a Girolamo, explorando cada rincón de su boca y con su
cuerpo duro y fibroso presionando contra el suyo.
Por unos momentos sintió pánico de que todo se debiera a una alucinación
producida por las drogas, pero cuando su espalda choco contra la pared de
piedra y el conde encajo sus caderas contra las suyas, no le importo que todo
fuera un sueño.
Y era así de la única manera que podía tenerle de nuevo, no le importaba.
Girolamo bajo sus besos por la línea de la barba y volvió a subir, susurrándole
a Da Vinci en el oído.
-Sin ti pierdo la cordura, mi soñador... No tenerte estos meses estaba
terminando conmigo, pero prefería sacrificarme y no tenerte que tenerte y ponerte
en peligro...
Sus labios volvieron a besar la boca entre abierta del artista y
presiono su pecho contra el suyo con más intensidad, pero un ruido, lo hizo
separarse de los brazos que tanto tiempo había ansiado y Leonardo alzo sus
manos, intentando acercarlo de nuevo y sintiendo pánico de que realmente todo
fuera un sueño y de haber enloquecido debido a la pena que sentía por no
tenerle a su lado.
-No, no.... No te vayas...No me dejes, por favor....
-No voy a dejarte, pero los guardias vienen y no pueden encontrarnos aquí.
CONTINUA EN EL CAPITULO XXIV
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