sábado, 16 de abril de 2016

CAPITULO XXVII



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CAPITULO XXVII



-Lo he intentado todo, pero no da el resultado esperado...

Leonardo grito exasperado, y se apoyó con las dos manos sobre la mesa en la cual estaba el quinto lienzo que había estropeado.

Con rabia arranco la tela y la lanzo por los aires, perdiendo la paciencia, mientras Girolamo lo observaba con un gesto divertido.

Cuando el ataque de rabia de Leonardo paso, el conde se acercó y lo rodeo con los brazos, mirando por encima de su hombro.


-Podríamos mirar en el libro de las hojas. Tiene que haber algún método que consiga imprimar la tela como si se quemara desde dentro hacia afuera.



Leonardo suspiro y asintió, apoyando su espalda contra el torso de Girolamo.



-Pero el libro está en el otro taller, y sin la llave no puedo entrar. Tampoco me he atrevido a ir en su busca, porque no quiero que caiga en manos de Battista.


Riario rebusco entre sus ropas y saco las dos llaves, y las hizo tintinear frente a Leonardo.



-Pues yo tengo la solución a eso, artista...




Una sonrisa ilumino el rostro de Leonardo y cogió las dos llaves en su mano, observándolas fascinado.

Recordaba que en su nota de despedida, Nico le había dicho que quedaban escondidas tras una de las piedras sueltas a la estrada del taller secreto, pero no había tenido la oportunidad de ir a buscarlas, y se sorprendió gratamente al ver que Riario si lo había hecho.


- Nunca dejas de sorprenderme, Girolamo...


Se volvió de cara al conde y miro sus labios con deseo, acariciándolos con la yema de su pulgar.


- Te dije que te echaba tanto de menos que me estaba volviendo loco. Una cosa era no poder tenerte, y otra muy distinta no perderme en tu recuerdo, y cuando sentía que mi alma estaba al borde de quebrarse, me gustaba ir al taller. Allí podía sentirte siempre, Leonardo. Tu aroma aún permanece en las sabanas de nuestra cama.


Riario atrapo el pulgar del artista entre sus labios y lo chupo con descaro, haciendo gemir a Da Vinci.


-Girolamo...Pueden vernos...Battista podría entrar en cualquier momento...



-Y eso sería un verdadero problema... Vayamos a por el libro y luego me encargaré de esto...


La mano del conde paseo por el estómago de Da Vinci, siguiendo la línea que bajaba por su ombligo hasta cerrarse en torno al bulto considerable que se había formado bajo el pantalón de cuero de Leonardo, quien se agarró a la mesa, arqueándose hacia adelante.


- No hagas promesas que no puedas cumplir, mi señor...


Unos pasos se aproximaban por el pasillo y los dos hombres se separaron con rapidez.


Pocos segundos después, Catalina apareció acompañada de su guardia personal y sonrió con sinceridad a su marido y se volvió para hablar con Da Vinci.


- Maestro... Ayer se le cayó esto cuando me acompaño a mis aposentos.


Le tendió el camafeo de jade verde y Leonardo frunció el ceño confuso, negando con la cabeza.


-No es...


Iba a añadir que no era suyo, pero Catalina sonrió y abrió el colgante, mostrándole un mechón de pelo castaño.


-Yo soy rubia....


Girolamo tosió atragantándose y Leonardo cogió el guardapelo, sin saber que decir.


Catalina se volvió hacia el conde y con una reverencia, le tenido su mano, la cual Riario beso educadamente.


- Girolamo, querido. Mi padre me ha mandado llamar y debo partir hacia Forlì  esta misma tarde. Es una lástima que tú tengas que partir hacia Florencia y no puedas acompañarme.  El Maestro Da Vinci podría emprender el camino contigo. Ya sabes que algunos de los materiales que necesita para sus encargos, solo puede conseguirlos allí. No te preocupes por el Santo Padre... El piensa que vienes conmigo a la Romaña, y quien ose decir lo contrario, será enviado a una de las mazmorras de mi querido tío y yo misma me encargaré de hacerle saber que nadie traiciona a una Sforza.


Tras hacer una reverencia, se despidió de los dos hombres y salió acompañada de su guardaespaldas.


Leonardo la observo partir con curiosidad y con un gesto de la cabeza, señaló a la pareja cuando salía.


-¿Medici?


Pregunto con curiosidad, y Girolamo se acercó, posando su mano abierta en su cintura.


-Por supuesto. ¿Quién si no? esta con ella día y noche...  ¿Quieres ir a por el libro o quieres que nos marchemos ya hacia Florencia?


Girolamo no necesito una respuesta vocal, ya que Leonardo se volvió en sus brazos y lo beso como si la vida se le fuera en ello, acariciando primero sus labios con su lengua y luego mordiéndolos luego  con sus dientes, haciendo que el conde olvidara todo lo demás.


-¿Crees que podremos entretenernos media hora en tu taller? Porque si no me hundo en tu cuerpo ahora, artista, creo que me volveré loco....


Jadeo Girolamo sintiendo como los dedos de Da Vinci se cerraban en torno a su erección por encima de la tela de sus ropajes.


-Contigo siempre hay tiempo, vita mía...

CONTINUA EN EL CAPITULO XXVIII


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