sábado, 23 de abril de 2016

CAPITULO XXX

 ATENCION: ESTE POST CONTIENE ESCENAS DE CARACTER SEXUAL+ 18 ,LENGUAJE INADECUADO Y USO DE ALCOHOL.

CAPITULO XXX
El artista se acercó a la barra de la taberna y pidió una gran jarra de vino y un plato de uvas y tras darle unas monedas a la mujer, se giró con una sonrisa llena de promesas hacia Girolamo.

-Vamos, Girolamo. Una vez me dijiste que si ibas a ir al infierno, fuera yo quien te llevara.... pero esta vez te llevare de la mano hasta los placeres del paraíso, placeres que nunca antes has sentido antes y estoy dispuesto a sacrificar mi alma para mostrártelos.

Riario contuvo el aliento, sintiendo la presión de su miembro contra el cuero de sus pantalones y de repente no pudo esperar. Necesitaba a Leonardo tanto como respirar y cogiendo la mano que el artista le tendía, subieron a la habitación que había rentado.


El conde se sorprendió al ver que en el pasillo había una pareja y era evidente que el hombre que estaba de rodillas le estaba realizando una felación al otro, que empujaba sus caderas contra la boca de su amante, mientras lo sujetaba del pelo.
En Florencia, a nadie le parecía importar que cada cual hiciera lo que le venía en gana y no pudo evitar pensar en Sodoma y Gomorra y eso infundió un poco de confianza en el.

Mientras Leonardo peleaba por abrir la puerta sin que se le cayeran ni el vino ni las uvas, Girolamo se situó a su espalda y con descaro poso sus manos en el trasero del artista, amasándolo.

Se mordió el labio y una de sus manos se deslizo hacia adelante, palpando el considerable bulto que se había formado en los pantalones de su amante y pegando su pecho a la espalda de su artista, mordió con delicadeza el tendón de su cuello, antes de susurrar en su oído.

- Quiero follarte aquí y ahora, Leonardo... Quiero hundir mi polla lentamente en ti y hacerte gritar mi nombre hasta que me supliques... Quiero rodear la tuya con mi mano y ordeñarte hasta que tu leche se derrame entre mis dedos....Oh, joder, Leonardo...No puedo esperar más...

El artista gimió al oír las palabras que Girolamo le susurraba y aunque por unos momentos se preguntó si el Minotauro había vuelvo, pronto su excitación se inflamo y, arqueando las caderas se meció contra la mano de su amante y cuando al fin logro abrir la puerta, se apresuró a dejar la bandeja sobre una desvencijada cómoda.

Antes de que la puerta se cerrara del todo, ambos amantes se besaban casi con desesperación.

La lengua de Girolamo saqueaba la boca de Leonardo mientras tiraba de sus ropas para desvestirlos, y cuando el artista cerró la puerta de una patada, el conde lo derribo contra ella, agarrándolo con fuerza de las nalgas lo levanto del suelo y presiono su miembro contra el de Leonardo.

El artista rio, rodeando el cuello de su amante con los brazos y su cintura con sus piernas  y dio gracias de haber soltado el vino y las uvas antes del asalto de su conde.

-Eres casi todo huesos caro... No pesas nada. 

Gimió Girolamo mientras bajaba besando hacia el pecho de su artista.
Leonardo deslizo su mano por la nuca de su antigua némesis y lo apretó más contra su cuerpo, ansioso.
Desde la pelea con Zo y Sofía, sentía como si la corriente de un rayo lo atravesara y Aunque se moría de ganas de que Girolamo le hiciera el amor, lo obligo a mirarlo.

-Espera, vita... Espera... El vino...

Girolamo estiro el brazo y cogiendo la jarra, se la paso a Leonardo, que lo miraba fijamente, con la respiración acelerada.

-Ahora te voy a enseñar cómo se disfruta de verdad este veneno al que llaman vino...

Susurro el artista echando la cabeza hacia atrás y vaciando un poco de vino dentro de su boca.

El licor se derramo por su barbilla y el conde se apresuró a lamer primero su boca y luego el reguero que la bebida dejaba a su paso.
Leonardo rio al sentir los dientes de su amante apretando sus tetillas, y vertió mas vino encima de su cuerpo, instando a que Girolamo lo lamiera.
Riario lamia el cuerpo de Leonardo, casi como si comulgara, extasiado por el sabor del vino en la piel de su amante.

El artista jadeo, hundiendo los dedos de la mano que tenía libre entre el espeso pelo negro del romano y  lo obligo a volver a sus labios, besándolo como si la misma vida se le fuera en ello y sin abandonar su boca ni un solo momento, bajo sus pies al suelo y empujando con su cuerpo al romano, llegaron hasta la cama, donde Girolamo se sentó, observando como Leonardo quedaba de pie frente a él.

Cogiéndolo de las caderas, intento que el artista se sentara en su regazo, pero Da Vinci negó, y apoyando una de sus manos en el amplio pecho de Girolamo, lo empujó suavemente hacia atrás.

-Ahora, mi lord, le mostrare otro de los placeres que esta vida de desenfreno nos brinda y que yo como maestro soy conocedor de todos y cada uno de ellos.

Cogió el racimo de uvas y con sensualidad se sentó a horcajadas encima de su amante. Girolamo rodeo su cintura con sus brazos y Leonardo sonrió, cogiendo uno de los granos de la fruta entre sus dientes, haciéndolo estallar y acerco su cara a la del conde.
Lo beso, empujando con su lengua el dulce fruto hacia la boca de Girolamo y se estremeció al sentir la suave caricia de los labios de Riario en los suyos.
Separándose de nuevo, Leonardo volvió a coger el vino y lo vertió en la boca del conde.

-¿Te empieza a hacer efecto el vino, bello ragattzo?

Riario sonrió, estirando el brazo para coger las uvas y paseo una por el torso de Leonardo.

-No sabría decirte... Nunca antes me he emborrachado, pero si esto es lo que se siente...me gusta....

Subió la fruta hasta los labios del artista y cuando este la cogió entre sus dientes, Riario se lanzó a besarlo, sintiendo el sabor de la uva combinado con los besos de su amante.

-Abre la boca, caro...

Susurro con la voz enronquecida por el deseo. Girolamo obedeció y Leonardo lleno su boca con más licor, dejándolo caer también por su barbilla y su pecho y se inclinó a lamer el camino que el zumo de la uva le marcaba en el cuerpo de su amante.

Girolamo lo miro embelesado y pensó que jamás en toda su vida había visto nada más erótico que la visión que ahora contemplaban sus ojos.

Leonardo lamia con sensualidad el camino entre sus pectorales y de vez en cuando derramaba un poco más de vino sobre el pecho de su amante y el conde pensó que podía enloquecer.

Su precioso artista parecía un ángel salido de las bellas pinturas que decoraban las capillas del Vaticano, con su pelo revuelto y su cuerpo fibroso contorsionado en una postura casi imposible y el conde se sintió morir al verlo acariciar su cuerpo con la misma delicadeza que usaba  el artista para sus obras de arte.

Leonardo siguió derramando vino sobre el estómago de Girolamo y cada vez que su lengua lamia toda la extensión de piel, el conde se arqueaba, necesitando más.

-Leonardo.... Por favor...  Por favor....

Suplico con voz queda Girolamo cuando el artista mordió los huesos de sus caderas.

-Shhhhh, calla, mi bello... Aún no he terminado...

Cogió otra uva y la hizo estallar entre sus dientes y luego la paseo por el glande inflamado de su amante, haciéndolo jadear.

Su lengua rodo por el aro que decoraba el miembro de Girolamo y sin más preámbulos, lo acogió entero en su boca, apretando con sus dedos la ancha base.

Girolamo se sentía enloquecer y se arqueo por completo, bombeando contra las húmedas caricias que su artista le prodigaba y jadeo, cuando los labios de Da Vinci lo abandonaron.

El artista subió de nuevo por su cuerpo, besándolo y lamiéndolo y sentándose a horcajadas encima de sus caderas, guio el henchido miembro de su amante a su entrada, y se empalo a sí mismo, apretando los dientes al sentir como el piercing del romano arañaba en el sitio perfecto.

Apoyo sus manos en los hombros de Riario y empezó a moverse, meciendo sus caderas con un ritmo constante.

Girolamo sentía que no podía respirar debido al placer que sentía.
La imagen de Leonardo cabalgándolo, era lo más sensual que sus ojos habían contemplado nunca y sus manos se aferraron con fuerza a sus caderas, dejando allí las marcas de sus dedos.
Da Vinci gimió, y bajo para poder besar los labios de su amante.

Con un movimiento hábil, Riario se incorporó, y lo abrazo contra su pecho con fuerza.

-Te amo, Leonardo...Te amo...

Susurro contra su boca entreabierta.

Leonardo se sentía muy cerca y una de sus manos se deslizo entre los dos cuerpos, acogiendo su erección en su puño y su mano empezó a moverse, al mismo compas que las embestidas de ambos le marcaban.
Girolamo sintió como el genio se estremecía entre sus brazos y con un movimiento rápido, tumbo a Leonardo sobre su espalda y empezó a moler su pelvis con fuerza, arrancándole gritos de placer.

-Si...si...Mas fuerte, Girolamo...Mas fuerte...

Logro jadear el artista antes de que sus gritos se vieran acallados por la boca del romano.

Sus muslos apretaron con fuerza las caderas de Girolamo cuando sintió como el orgasmo lo golpeaba con fuerza y se corrió, entre gemidos ahogados, sintiendo como a la vez, el calor de su amante lo llenaba.
Riario se derrumbó sobre el pecho de su amante e intento recuperar la respiración, mientras los dedos de Leonardo se hundían en su pelo y lo acunaba contra su cuerpo.

-En una de estas conseguirás matarme, artista...

Murmuro Riario contra el cuello de su amante. Leonardo dejo escapar una suave risa y acaricio la amplia espalda del conde con su mano abierta.

-Si no me matas a mí antes....

Riario suspiro y lo miro a los ojos.

-La de tiempo que nos habríamos ahorrado si hubiéramos decidido follar desde el principio...

Leonardo dejo escapar una carcajada y lo apretó más contra su pecho.

-Aquel día en  las escaleras del palacio de Lorenzo no me tentaste del modo correcto.... Si tan solo me hubieras ofrecido tu cuerpo, lo habría aceptado sin dudarlo. Desde el momento en que te vi, desee tenerte a mi lado.

Girolamo lo miro, sintiendo que su corazón se inflaba con orgullo y sus largos dedos acariciaron con ternura la mejilla de Leonardo.

- A veces lo que nos mata por dentro es lo que no decimos, caro...

Leonardo asintió y beso con amor los labios de su amante.

- Por eso necesito decirte lo mucho que te amo todos los días, Vita mía.

-Yo también te amo, Leonardo... Ahora sé que una vida sin ti, no es vida y prefiero morir a verte arrancado de mi lado de nuevo.

Leonardo sintió como su pecho se llenaba de felicidad y abrazo con más fuerza al conde contra su cuerpo.

- Nunca lo permitiré... Nunca...

Susurro cerrando los ojos. El efecto sedante del vino empezaba a hacer mella en ambos, y sin darse ni cuenta se quedaron dormidos, envueltos en la paz de sentirse libres por primera vez en mucho tiempo.

CONTINUA EN EL CAPITULO 31





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