sábado, 21 de mayo de 2016

CAPITULO XXXIV



 
CAPITULO XXXIII

Dos días más tarde y gracias a la influencia de Nico como administrador de los  Medici y a una gran suma de florines, los pusieron a los cinco en libertad,
Lorenzo ni se dignó a mirar a Leonardo y a Riario, pero era evidente que hervía de rabia por encontrarlos allí.

Una vez en la calle, los 5 hombres se miraron estallando en risas.
Estaban sucios, despeinados, hambrientos y cansados y el más joven se despidió de sus amigos con un gesto de su mano y arrastrando los pies, se fue hacia el palacio, donde seguramente lo esperaba Vanessa para pegarle una buena bronca.

Leo sonrió, mirando a Zoroastro, a Sandro y a Girolamo que hablaban y reían como si nada hubiera ocurrido.


- No se vosotros pero yo daría mi reino por un buen baño, una comida y una cama.

Dijo el artista bostezando. La herida de su cabeza estaba casi curada pero aun así seguía sintiendo como el corte palpitaba.

-No tienes reino, Leo... Aunque lo que pides, si te lo puedo dar en casa,

Dijo Zoroastro palmeándole el hombro.

Sofía los iba a matar a los tres en cuanto aparecieran y suspiro, mirando a su amigo y al conde.

- Joder, Botticelli, menuda hostia me diste con la jarra.

Dijo Leonardo frotándose el chichón y Sandro bajo la cabeza avergonzado.

-Es que te metiste justo en medio cuando le iba a dar a tu amante.

Los cuatro estallaron en risas y el pintor los miro, desperezándose.

-Bueno... Gracias por la aventura, chicos. Si me necesitáis estaré en el salón de Madame Singh. Allí siempre encuentro alivio para cualquiera de los males que sienta.

Leo abrió la boca y Sandro negó con la cabeza, tendiéndoles la mano a todos para despedirse.

-Nos vemos mañana, cuando todos estemos descansados. No te preocupes por el mercurio. Yo lo traeré. También tengo magnesio.

Leonardo y Girolamo asintieron y Sandro se despidió de ellos con una sonrisa que no llegaba a sus ojos.

Riario lo observo alejarse calle abajo y lo contemplo hasta que se perdió de vista entre el gentío.

-Girolamo... ¿Ocurre algo?

Pregunto Da Vinci frunciendo el ceño cuando vio cómo su amante no perdía de vista al pintor y Riario negó con la cabeza.

-Hay algo...No sé qué es, Leonardo, pero Sandro no está bien. No es solo cansancio...Lo veo abatido y dudo que sea por nuestra pequeña escaramuza.

Dijo el conde y Leonardo se acercó, pasando su brazo por la cintura de su amante y lo acerco a su pecho, para poder depositar un beso en su frente.

-No te preocupes por Botticelli.... Estará bien. Ahora vayamos a casa antes de que mi hermana nos mate a todos.

Los tres amigos partieron hacia el taller de Leonardo y aunque tenían esperanzas de que Sofía estuviera tranquila, al verlos estallo con la furia que solo una mujer embarazada y cansada puede desatar.

-A veces preferiría dormir con el diablo...

Dijo Zoroastro un rato después, mientras los cuatro disfrutaban de una buena comida.


Ya bien entrada la noche, Girolamo sostenía abrazado contra su pecho a Leonardo, que dormía plácidamente después de haber hecho el amor, pero no podía sacarse de la cabeza el gesto abatido de Botticelli e intento levantarse de la cama, sin despertar a su amante, pero en cuanto su brazo abandono los hombros de Da Vinci, el genio se despertó.

-¿A dónde vas?

Pregunto el artista frotándose con sueño la cara mientras el conde se ponía los pantalones y las botas.

- Al salón de Madame Singh. Estoy preocupado por Sandro y esta sensación tan extraña no se me quita, caro.

Leonardo suspiro, incorporándose sobre sus codos y con la mirada nublada por el sueño miro como Riario terminaba de vestirse.

- ¿Debo de empezar a mostrarme celoso por su repentino interés en el artista Botticelli, señor de Imola?

Dijo el artista  bostezando y Girolamo se acercó, cogiendo su barbilla entre sus dedos y acaricio sus labios con su pulgar.

-Nunca...Nunca te daré razones de nuevo para que te muestres celoso, caro mío. No tardaré nada, solo quiero asegurarme de que está bien. Desde esta mañana tengo una sensación muy extraña en la boca del estómago y estoy preocupado por él.

Girolamo se inclinó y tras lamerse los labios, deposito un suave beso en los de Leonardo.


- Yo te esperare aquí entonces, descansado y dispuesto para cuando vuelvas.

Susurro Leonardo acariciando el espeso pelo negro de su amor. Riario sonrió y se mordió el labio, observando como los músculos se marcaban en el cuerpo delgado y esculpido de  su amante que se  desperezaba como un gato y aunque el deseo de quedarse y hacerle el amor de nuevo era fuerte, se obligó a apartarse, sintiendo como su erección palpitaba contra el cuero de su pantalón.

- No tardaré mucho y en cuanto vuelva, prometo que te hare mío de nuevo, amor.

Tras colocarse el arnés con su espada y su daga, bajo al piso inferior y sin hacer ruido para no despertar a Zoroastro y Sofía, salió a las oscuras calles de la noche florentina.

El aroma de las flores de azahar era dulce y a parte de unos perros ladrando y los maullidos de algunos gatos en celo, todo estaba en completo silencio.
Atravesó las calles moviéndose casi como un fantasma y en poco rato llego al salón de la madame.

-¿Placer o dolor?

Pregunto el enano disfrazado bajo las pieles de perro.

Riario negó con la cabeza y agarro el mango de su daga con fuerza, dispuesto a defenderse si alguien lo atacaba.

-Ninguna de las dos cosas.  Estoy buscando al artista Botticelli.

- Entonces entra bajo tu responsabilidad.

Contestó el pequeño hombrecillo tocando la campana para que abrieran la puerta.

Riario contuvo el aliento cuando la pesada puerta se abrió, revelando el antro de perversión de la señorita Singh.

Varias de las personalidades más importantes de Florencia se daban a sus vicios más ocultos en el burdel y el conde ando entre la gente, buscando con la mirada a Sandro.

Uno de los esbirros de la madame salió a su encuentro, cortándole el paso y Girolamo hizo ademan de sacar su daga.

-No estoy buscando problemas. Solo estoy aquí por el artista Botticelli.

-Oh, señor Conde... Usted por aquí. ¿Ya se ha cansado de su artista y viene a por otro?

El romano se giró hacia la voz femenina que sonaba a su espalda y vio a la dueña del burdel sonriéndole con maldad.

Riario sostuvo su mirada, dispuesto a atacarla si ella hacia algún movimiento en su contra, pero Madame Singh se limitó a mirarlo con desprecio, mientras sus dedos de uñas largas tamborileaban alegremente sobre su corpiño.

- Sandro me dijo que estaría aquí si le necesitábamos.

Madame Singh se encogió de hombros y sonrió, mostrando todos sus dientes.

- Esta aquí, pero no creo que te guste encontrarlo en ciertas circunstancias... Además, todavía no he olvidado la ofensa de que mataras a todos mis guardias.

Riario cogió aire, hinchado su pecho y apretó su daga entre sus dedos, intentando mantener la calma.

-Fui perdonado por esos pecados, mi señora. Lléveme hasta Botticelli y olvidaré que usted conspira a mis espaldas para que las ayudas de los conventos no se repartan entre los más necesitados.

Madame Singh apretó los dientes y asintió y sin añadir nada más, acompañó al conde a una de las habitaciones del fondo del burdel.

-Le he advertido que puede que no le guste lo que encuentre, pero nadie aquí está obligado a hacer nada que no quiera.

Con el susurro de las telas de sus ropas, Madame Singh se marchó, dejando a Riario solo frente a una puerta de madera oscura, a través de la cual, se podían oír gemidos y gritos, tanto de dolor como de placer y sin vacilar más, abrió, quedándose petrificado ante la escena que se desarrollaba ante sus ojos.

- Sandro...Por dios santo...

Gimió Girolamo al ver al artista Botticelli encadenado, con la espalda llena de latigazos sangrantes y compartiendo lecho con 4 hombres a la vez.

CONTINUA en el capitulo 35
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