domingo, 29 de mayo de 2016

CAPITULO XXXV


ATENCIÓN: ESTE POST CONTIENE ESCENAS DE SEXO EXPLICITO, SITUACIONES DE VIOLENCIA, LENGUAJE ADULTO Y ESCENAS QUE PUEDEN HERIR LA SENSIBILIDAD DE ALGUNAS PERSONAS.
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CAPITULO XXXV
Girolamo estaba petrificado en el quicio de la puerta, contemplando la escena que se desarrollaba ante sus ojos.
Sandro no parecía ser consciente de lo que estaba haciendo y era evidente que no estaba disfrutando de ningún placer.

Su cabeza colgaba sobre su pecho mientras dos de los hombres lo sostenían por el pelo y mientras uno lo obligaba a chupársela, casi ahogándolo con su miembro, otro derramaba la vela de una cera por sus hombros y por su pecho, a la vez que los otros dos lo sometían, penetrándolo a la vez.
Sandro gemía de dolor, pero los chicos no tenían compasión de él y seguían empujando en su interior, a la vez que le mordían y clavaban sus dedos en su cuerpo lleno de arañazos y contusiones.
Junto al fuego de la chimenea, el conde pudo observar como diversos objetos manchados de sangre reposaban para un uso posterior y ahogo un jadeo de horror puro al comprender que todos ellos habían sido usados durante horas en el cuerpo del artista.

Sandro lloraba, e intentaba revolverse, pero uno de los hombres que lo sostenía del pelo alzo su mano, golpeándolo con fuerza en la cara y la cabeza del pintor se balanceó hacia atrás y el conde observo como la sangre manchaba su barbilla, debido a las heridas de sus labios.

-¿No te gusta, jodido marica? ¿Esto es lo que piensas que mereces?

Gruño el  hombre que lo penetraba desde abajo clavándole los dedos en la espalda herida y Botticelli gimió, con las lágrimas deslizándose por sus mejillas.


Girolamo no pudo seguir contemplando esa escena tan atroz y saco su espada, haciéndola girar en su mano, mientras se adentraba en la oscura habitación.

-¡¡¡Ya basta!!! ¡¡¡Dejadle!!!

Grito con voz imponente, agarrando al hombre que penetraba a Sandro desde la posición de arriba,  lo arrastro por el brazo, sacándolo de la cama y lo lanzo al suelo con furia, pateándolo en las costillas con fuerza cuando cayó sobre la fría piedra.

Los demás ahogaron gritos, y rodando por encima de la cama, se apartaron de Sandro, quien no cayo de bruces sobre la cama, gracias a los grilletes que lo sostenían amarrado al techo, causándole laceraciones en las muñecas, casi dislocándoselas debido al peso de su cuerpo.

Girolamo hervía de rabia al ver como los miembros de los hombres estaban decorados con piercins parecidos al suyo, pero más destinados a causar dolor que placer, y apretó los dientes, intentando controlar su furia.

-Él lo ha pedido...

Jadeo uno de los hombres, recogiendo sus ropas del suelo y Girolamo lo miro con ira, blandiendo su espada. Con un movimiento rápido, la hoja afilada se posó en la garganta del desgraciado y Girolamo lo miro con los ojos oscurecidos por el odio.


-¡¡Fuera!! Marcharos ahora o juro por dios que os cortare la garganta uno a uno y será vuestra sangre la que manche las sabanas.

Los hombres asustados, cogieron sus ropas y salieron de la habitación apresuradamente, dejando al artista y al pintor solos.

Riario enfundo su espada y mirando con horror  Sandro, subió a la cama, y deslizo los pernos de los grilletes, liberándolo de las cadenas.

Sandro cayó hacia adelante y Riario se apresuró a cogerlo entre sus brazos, sosteniéndolo.

-Dios bendito, Sandro.... ¿qué te han hecho?

Gimió Riario al observar como la sangre y otros fluidos manchaban las sabanas y las piernas del artista.

- Nada que no merezca...

Balbuceó Botticelli con dificultad, dado el estado de sus labios.

- Tengo que sacarte de aquí.

Riario apretó los dientes, intentando controlarse. Botticelli estaba hecho un desastre y era evidente que había sido torturado durante horas y horas.

Sus labios estaban partidos, y la sangre se derramaba por su barbilla, su pecho y entre sus piernas.
Tenía contusiones en los pómulos y su cuerpo era un mapa de cardenales, latigazos y mordiscos y Girolamo sintió como sus ojos se llenaban de lágrimas al recordar abusos parecidos en su propio cuerpo cuando no era más que un adolescente y dios gracias a Dios, por haber tenido la misericordia por no haber sido violado.

-No....déjame... Es lo que me merezco... Debo pagar por mis pecados...

Gimió balbuceando Sandro y Riario le aparto el pelo sucio y apelmazado que le caía sobre la cara.

- Nadie merece ser torturado, por muy graves que sean sus pecados. Ahora se buen chico y ayúdame para que pueda sacarte de aquí. Pesas una tonelada.

Riario busco con la vista algo con lo que cubrir el cuerpo de Botticelli y decidió que una de las cortinas serviría tan bien como cualquier cosa.

Le costó dios y ayuda sacarlo del burdel, pero una vez en la calle, dio gracias a que el estudio del artista no estuviera demasiado lejos.

Sandro era un peso muerto y Riario no sabía por dónde agarrarlo para no causarle más dolor del que ya tenía.

Cuando al fin logro llegar al estudio, forzó la cerradura y entro, arrastrando a Sandro hasta la cama, donde lo dejo con cuidado.
Tenía que buscar ayuda, y tras meditarlo durante unos segundos, decidió salir a buscar a alguien que fuera en busca de Leonardo.

Se acordó de la prostituta que había visto cuando volvían del salón de madame Singh y decidió jugársela, yendo a buscarla.

Girolamo la localizó media manzana más adelante, apoyada contra la pared y muy digno se acercó a ella.

La muchacha lo observo de arriba abajo y silbo, colocándose los pechos dentro del corpiño y arremangándose el vestido para que el conde pudiera ver sus encantos.


-Buenas noches, guapo... ¿Buscas compañía?

Susurro mirándolo con picardía y Girolamo negó, bajándole la falda y ella alzo sus brazos, hacia él, rodeándole el cuello y atrayéndolo con un movimiento brusco le enterró la cara en su escote.

Girolamo bufo, intentando soltarse, pero la muchacha parecía tener más brazos que un pulpo y no quería soltarlo.

-Por favor señor, no me deje...Necesito el dinero. Hare lo que me pida.

Gimió ella atacándolo con sus manos otra vez, esta vez intentando desabrocharle los pantalones y Girolamo la cogió de las muñecas, inmovilizándola y acerco su cara a la suya, momento que ella aprovecho, para besarlo.

-¡Ya basta, muchacha!! No es lo que quiero de ti, y por el amor de Dios, ¡estate quieta!

Gruño el conde apartándose hacia atrás y ella lo miro con sus grandes ojos azules.

-¿Ah no? ¿Eres entonces un bujaron, como el artista Botticelli? Te he visto salir de su casa.


Dijo la muchacha mirándolo con los ojos convertidos en dos rendijas y Girolamo puso los suyos en blanco, sorprendido por el descaro de la chica.


-Eso no te incumbe, niña malmetida, pero si necesito algo de ti. ¿Conoces al maestro Leonardo Da Vinci? ¿Sabes dónde está su estudio?


Ella asintió entusiasmada y Girolamo saco una pequeña bolsa de terciopelo negro, atado con un cordón de oro y se la tendió a la muchacha.

-¿Es al a quien quieres que me folle?

-Oh, por favor... ¿puedes callarte un momento?  Ves a buscarle y dile que venga urgentemente al taller del artista Botticelli. Y dile también que traiga ungüentos y todo lo necesario para curar a un herido. Esto es para ti. Conmigo no hace falta que te abras de piernas para ganarte algunos florines.

Ella abrió los ojos desmesuradamente al ver la abultada bolsa llena de monedas, y lanzo un silbido, quitándole la bolsa de las manos.

- Ahora mismo te lo traigo y si luego queréis montároslo los tres una fiestecita conmigo, estaré encantada de ganarme más monedas por los favores....

Sonrió ella guardándose la bolsa en su escote y con coquetería deslizo los dedos a modo de peine entre sus rizos negros.


-Date prisa. Si no vuelves con el antes de media hora, te encontrare y te colgare del Domo, pero primero te arrancare las tripas, niña insolente.

Esas palabras deberían de haberla asustado, pero sonrió e hizo una torpe reverencia, tras lo cual salió corriendo en busca de Da Vinci y Girolamo se sintió mal por amenazarla, pero pensó que a veces era mucho mejor ser temido que amado y más por una mujer que podría desaparecer en la noche con todo el dinero que llevaba encima.

CONTINUA en el capitulo 36
 
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