CAPITULO XXXVI
Riario regreso al taller
y agradeció que Botticelli fuera tan meticuloso a la hora de ordenar ese lugar.
No tardó mucho en dar con un caldero y
poner a calentar agua en el para limpiar sus heridas. Al tener todo lo
necesario regreso junto al artista y al ver el mal estado en el que se encontraba
su corazón dio un vuelco.
Dejando sobre una silla
su arnés con la daga y su espalda se dispuso a limpiar las heridas sumergiendo
un trapo de algodón en el agua caliente del caldero. Con sumo cuidado se sentó
a su lado en la cama apartando el pelo sucio de la cara de Sandro y lo miro
apretando los labios.
Quito la manta con la que
lo había tapado y contuvo el aliento al observar el estado del cuerpo del
artista.
Todo su cuerpo era un
mapa de heridas, contusiones y mordiscos y se preguntó la razón por la cual había
deseado ser torturado de esa manera.
Con cuidado empezó a
lavarlo, retirando primero la sangre de la cara.
Botticelli gimió y
Girolamo se inclinó un poco sobre él, porque apenas podía oírlo.
-Shhhhhh.... tranquilo,
Sandro, sé que duele, pero debo limpiarte para evitar que las heridas se te
infecten. Pronto llegara Da Vinci con ungüentos que te harán sentir mejor.
Sandro intento hablar,
pero un repentino ataque de tos lo hizo doblarse en dos y una mueca de dolor
crispo su rostro y Girolamo lo ayudo a ponerse de costado.
-No hables... Te hace
mal.
Murmuro el conde
deslizando el trapo con cuidado sobre sus labios heridos.
-No... No merezco
misericordia... No merezco que nadie me cure… Tengo que ser castigado por que
yo tuve la culpa.
Dijo el artista con la
voz ronca. Era evidente que había estado gritando hasta que sus cuerdas vocales
se habían casi desgarrado y el conde negó con la cabeza y siguió retirando la
sangre seca del cuerpo del artista.
- No sé de qué crees
tener culpa, pero si es por lo de Leo, sabes de sobra que ya está olvidado.
- …Netta... mi pobre Simonetta…
La quería y la mate... Ella lo era todo... Mi vida y mi todo y yo tuve la
culpa.
Riario lo miro confuso
sin saber de lo que estaba hablando y negó con la cabeza, sin comprender.
Sandro empezó a
revolverse, y Riario poso una mano sobre su hombro, manteniéndolo fijo a la
cama con esfuerzo y cuando vio que le era prácticamente imposible sujetarlo sin
causarle dolor lo miro directamente a los ojos.
-Maldita sea Botticelli, tranquilízate.
No sé a quién crees que has matado, pero tu sufrimiento no va a resucitar a
nadie. Ahora se buen chico y déjame que te lave.
Riario se levantó para
cambiar el agua y aunque podía oír como Sandro respiraba entrecortadamente
debido al dolor ningún grito salía de su garganta y se preguntó una vez más
como demonios podía alguien llegar al
punto de querer ser sodomizado y torturado vil, cruel y voluntariamente.
Mientras aclaraba el
trapo en agua limpia, su vista se paseó por el estudio del artista y se maravilló
por la cantidad de pinturas que allí había.
A diferencia de Leonardo,
Sandro era ordenado y cuidadoso con su trabajo y sus obras reposaban apoyadas
en la pared o en caballetes, distribuidos estratégicamente por todo el taller.
Los pinceles, la
trementina, y los trapos estaban perfectamente alineados y listos para usos
posteriores y Riario sonrió, pensando en el caos que había en el estudio de Da
Vinci.
Ambos artistas no podían
ser más diferentes el uno del otro, a pesar de haber pertenecido a la misma
escuela y donde Leo usaba sombras, Sandro usaba luz, dándoles un enfoque totalmente
diferente a sus obras.
Había desde
representaciones religiosas a escenas mitológicas y sin pesarlo, Girolamo soltó
el trapo y se paseó entre las pinturas, observando en muchas de ellas al propio
Sandro, siempre acompañado de una preciosa mujer de largo pelo dorado.
Sus dedos acariciaron los
oleos, siguiendo los trazos del pincel sobre los lienzos y de repente comprendió.
Ella era Simonetta. Esa
preciosa mujer de largos cabellos del color del sol era la misma por la que
Botticelli creía que debía ser castigado y un nudo de pena se formó en la
garganta del conde al recordar la triste historia de esa bella mujer, que había
muerto prematuramente hacia al menos 3 años.
El mismo había querido
morir durante esos seis largos meses en los que él y Leonardo habían estado
separados, y sabia por experiencia propia que a veces el dolor era lo único que
podía calmar un corazón destrozado y no podía ni imaginar cómo sería sentir esa
misma pena multiplicada por mil atormentándolo día y noche.
Un quejido proveniente
del catre que estaba en un rincón lo devolvió a la realidad y cogiendo trapos
limpios se encamino de nuevo a donde reposaba Sandro, rezando para que Leo
llegara rápido.
Leonardo se incorporó al oír
que alguien llamaba a la puerta y busco a tientas por el suelo sus pantalones y
bajo a abrir, poniéndoselos por el camino sin abrocharlo del todo.
Los golpes habían sido
ligeros, por lo que Sofía y Zoroastro seguían descansando y Leo alzo una ceja
al ver que era una mujer quien llamaba a su puerta.
Era evidente que era una
de las fulanas que deambulaban en busca de algunas monedas cuando caía la noche
y el artista se apoyó contra el quicio de la puerta, mirándola con curiosidad.
El, para bien o para mal,
podía presumir de conocer a casi todas las fulanas de Florencia, pero a ella no
la había visto nunca.
-¿Eres el maestro Da
Vinci?
-Depende de quien lo
pregunte y para que lo pregunte...
Contesto el retirándose
el pelo despeinado de la cara y cruzándose de brazos espero a que ella hablara.
La mujer lo miro
asintiendo y dando por supuesto que Girolamo debía ser el hombre que la había
mandado, le hablo al artista.
-Un hombre me dio esto y
me mando a buscar al maestro
Leonardo Da Vinci. Te esperan en
casa del artista Botticelli.
-¿está bien Girolamo? ¡Contéstame!
Leonardo bufo, perdiendo
la paciencia.
- Oh, sí. Esta estupendamente...Ya
sabes a que me refiero, guapo... Esta esperándote en casa de ese bujarron de
Botticelli.
Dijo ella con malicia
levantando la barbilla y aunque a Leonardo le entraron ganas de estrangularla,
no pudo dejar de observar que sus rasgos eran ms finos y delicados que los de
las mujeres que ejercían la calle.
-¿Girolamo está en casa
de Sandro? ¿Qué ha hecho ese idiota ahora?
Gruño Leonardo soltándola
y entrando de nuevo en la casa. La mujer no sabía si seguirlo, por lo que decidió
que era mejor esperar a que saliera de nuevo y se apoyó contra la puerta,
mirando hacia adentro con curiosidad.
-No lo sé. Solo dijo que
cogieras vendas y todo lo necesario para curar a un herido.
Dijo ella atusándose los
rizos negro que se le habían escapado del moño.
Leonardo suspiro y se
froto la cara con hastió.
-Oh...joder... Otra vez
no... Ese imbécil algún día conseguirá que lo maten...
Leonardo recogió su camisa
y tras rebuscar entre las cosas de Sofía dio con todo lo necesario y lo ato
todo en un pequeño fardo, entregándoselo a la mujer para que lo sostuviera,
mientras el salía por la puerta, terminando de vestirse.
Poco después ambos
llegaron a casa de Botticelli y Leonardo corrió hacia su amigo, olvidándose por
completo de la mujer.
- Oh, mierda...Esta hecho
un puto desastre...
Gimió Leonardo apartando
la manta que cubría a su amigo. Hizo una mueca al ver el estado en el que se
encontraba Sandro y rápidamente y sin perder un segundo, empezó a untar
pequeñas cantidades del ungüento que había preparado Sofía.
-Lo encontré en el salón
de Madame Singh.... Él estaba atado y varios hombres estaban….
-Oh, sí...
Ya...Follandoselo. Eso es muy del estilo de Sandro... Maldita Simonetta...
Ojala esa bruja este ardiendo en el infierno por convertirlo en semejante
despojo humano.
Mascullo Leonardo girando
con delicadeza a su amigo para poder curar los latigazos de su espalda.
- ¿Bruja? Creo haber
escuchado que ella era una mujer muy bella y virtuosa...
- Y una bruja,
Girolamo.... Ella le abandono por Juliano de Medici... ¿No lo sabias?
Riario asintió, dejándole
espacio a Leonardo para trabajar y se secó las manos con otro de los trapos apoyándose
contra la pared. Aunque quisiera ayudar sabía que Da Vinci no lo necesitaba mientras
revolvía entre los ungüentos que había traído.
-Y ella después se casó...Pero
siguió viendo a Sandro, En secreto por supuesto...Una dama como ella nunca podría
haber estado con un simple artista...Y este imbécil se enamoró... Y se culpó
cuando ella enfermo y murió... Nunca se ha repuesto de eso... Pobre gilipollas.
Mira que se lo dije mil veces...Sandro, no te encapriches de ella, ero no.
Claro... Nunca me hace caso y luego pasa lo que pasa...
Aunque sus palabras eran
duras, se notaba que Leonardo en realidad no decía nada de eso en serio, y que
su perorata era fruto de los nervios de ver a su amigo en tan lamentable
estado.
- Pero tengo entendido
que ella murió por tuberculosis ¿No?
Pregunto Girolamo mirándolo
con los brazos cruzados y Da Vinci asintió, mientras seguía untando ungüentos y
vendando las heridas de su amigo.
- El cree que ella
enfermo por culpa de los metales de sus pinturas... Nunca se lo ha perdonado y
cree que merece ser castigado por eso.... Oh por dios...
Leonardo ahogo una maldición
al ver el estado de la parte trasera de su amigo.
-¿Este maldito imbécil tenía
dos pollas dentro?... ¿? Suerte tiene de no tener desgarros. Si no ya no podríamos hacer nada por él y habría
muerto desangrado en menos de media hora...Sandro...Maldito gilipollas. ¿Por
qué coño te estás haciendo esto? Si ni siquiera te gustan los hombres...
Riario alzo una ceja ante
esa declaración y sonrió de medio lado, pensando que de haberlo sabido, se habrían
ahorrado un buen disgusto.
Leonardo siguió curando
hasta que todas y cada una de sus heridas fueron vendadas y agotado se secó el
sudor de la frente con el antebrazo.
- Por hoy no puedo hacer
nada más y por esta noche dormirá como un bendito. Le he administrado un poco
de leche de amapola y estará tranquilo lo que queda de noche, pero necesita que
alguien lo vigile. Te juro por dios que si no me doliera perderlo, yo mismo lo mataría
por idiota.
Girolamo se situó a la
espalda de Leonardo y acaricio los
doloridos hombros de Leonardo, dándole un ligero masaje y se inclinó para
besarlo con dulzura en el cuello.
- Ve y acuéstate. He
preparado una cama en la otra parte del estudio con unos fardos de paja y una
manta. Puedes descansar allí y yo puedo quedarme aquí, caro...
-O puedo cuidarlo yo
mientras vosotros descansáis. Hoy me he ganado el sueldo de un mes y lo hare
encantada.
Leonardo y Girolamo
dieron un respingo al oír la voz de la mujer. Ambos se habían olvidado por
completo de ella y ella sonrió a modo de disculpa por haberlos asustado.
-Por cierto... Me llamo
Luca... Luca Gianni.
CONTINUARA.
Pobre Sandro :C que se tortura por la muerte de Simonetta siendo que ella le había dejado, ya le tengo un cariño al pobre Sandro gracias a tu fic :c <3
ResponderEliminarLeo se preocupa por Sandro aunque sea su enemigo, eso es tierno dentro de todo. Y me imagino que él nervioso debe ser una verborrea viviente de un montón de ideas que recuerde o surgan de su cerebro.
En el momento en que Leo dice que a Sandro no le gustan los hombres y Girolamo sonríe fue tan "Okey, por qué no me dijiste eso antes, Leo" jajaj xD.
Y ya quiero conocer cómo será Luca :3
Espero que continues pronto porque está muy buena la historia! :D
Jajajajajaja, Luca traera sorpresas...Es un personaje alegre y una sinvergüenza, y Sandro necesita a alguien que le haga vivir otra vez.
ResponderEliminarA ver si nuestra chica lo consigue.