ATENCION: ESTE CAPITULO CONTIENE ESCENAS DE SEXO
EXPLICITO, SOLO PARA +18.
CAPITULO XLVII
La noche cayo antes de que Girolamo y Leonardo pudieran
llegar a ciudad y decidieron hacer un alto en el camino.
Ambos estaban cansados después de 24 horas llenas de
emociones y mientras el conde se hacía cargo de los caballos, Leonardo miraba
el cielo, intentando orientarse mediante las constelaciones.
Tras un rato moviendo los dedos, calculando y midiendo
Leonardo cogió el cuaderno que siempre llevaba colgado y esbozó rápidamente un
mapa de las estrellas que veía en el cielo.
Riario lo miraba con curiosidad mientras recogía ramas secas
para hacer fuego y cuando oyó la risa de su amante, se acercó a él.
- Siempre me es grato oír tu risa, artista, pero estamos en
medio de la nada y hace frío.
¿Me echas una mano con la hoguera mientras yo preparo el
campamento?
Leonardo asintió, poniéndose en pie y recogiendo en su
regazo las ramas secas que el conde portaba.
-Por supuesto.... Es sólo que ya se dónde estamos.
Girolamo alzó una ceja y miro con diversión al genio.
-¿Ah sí? Dime pues que estamos más cerca de Florencia que de
Roma, caro, por que como ya te he dicho que ese desvío que has querido tomar,
no era.
Sonriendo, Leo dejo caer las ramas al suelo y dando dos
pasos se colocó frente a Riario y posó sus manos en sus estrechas caderas,
atrayéndolo hacia él.
- Aunque no me creas, se me da bien orientarme… Estamos
cerca de Vinci,... Estamos en el lugar al que le debo mi nombre.
El conde se rio con voz ronca y acarició los labios de
Leonardo con su pulgar cuando el artista tiró de el hacia su pecho.
- Pues agradecería cualquier sitio donde pudiéramos
resguardarnos señor Da Vinci. Esas estrellas tan brillantes anuncian heladas en
la madrugada y no quisiera despertar al alba y vernos convertidos en dos
témpanos de hielo.
Leo atrapó su pulgar entre sus dientes y tras darle un suave
mordisco se separó de él.
- En esa dirección está la casa donde me crié. Ahora no son
más que ruinas, pero creo que allí estaremos bien.
Riario asintió, y tiro de Leonardo y juntos emprendieron de
nuevo el camino a través de la Toscana.
Tras cabalgar durante media hora, él y Leonardo llegaron al
antiguo hogar del genio y pudo ver como los ojos del artista se desviaban hacia
un sendero lleno de hojas secas.
Con un escalofrió recorriendo su cuerpo, Leonardo se froto
la cara al recordar la última vez que había estado allí.
Recordó la cueva… A los hombres de Carlo torturándole… Casi
podía sentir el látigo chasqueando sobre su carne mientras el cuero le
arrancaba jirones de piel. Recordaba el dolor de su espalda magullada y luego
recordó la pelea, el cómo había luchado por su vida, ahogando con sus manos
heridas y sangrantes al bastardo Medici y no pudo dejar de pensar en sí los
restos de Carlo y sus hombres seguirían donde él y Sofía los habían dejado.
Un estremecimiento lo recorrió entero y se abrazó a sí
mismo, intentando calmar los temblores que se habían adueñado de su cuerpo.
Riario miro con cautela los ojos vidriosos de su amante y
supo perfectamente en lo que estaba pensando Leonardo. Nunca habían hablado de
ello, pero Girolamo sabía que esas muertes aún seguían atormentando en sueños
la consciencia de Da Vinci y un sentimiento e compasión se adueñó de él. Sabía
perfectamente lo que era sentirse culpable.
El artista aparto la vista, sintiéndose vulnerable y sonrió
con amargura.
- Allí mate a Carlo. Era el o yo.
Girolamo asintió comprendiendo y tendió una de sus manos de
dedos largos hacia el rostro de su amante, acariciando su mejilla con suavidad.
- No tienes de que preocuparte, Leonardo. Muchas veces es
matar o morir. Carlo te torturo e iba a matarte y pago por ello con su vida,
caro, pero no hay que temerle a los muertos. Los muertos no pueden hacernos
daño. Lo que pueda encontrarse allí no es más que un montón de huesos
polvorientos.
-Yo…No puedo…No…Tengo que irme de aquí, Girolamo…
Leonardo negó con la cabeza e hizo girar a su caballo en
dirección contraria y agito las riendas. El animal al sentirse espoleado empezó
a trotar, y Girolamo observo casi impasible como el artista intentaba alejarse.
Tras unos segundos y al ver que la huida de Da Vinci iba en serio, decidió
seguirlo e hizo trotar a su montura al galope.
-¡¡¡Leonardo!!! ¿A dónde vas?
Tras varios minutos cabalgando le dio alcance y estirando el
brazo, logro coger las riendas del caballo de Leonardo y los hizo parar a
ambos.
Riario miro los ojos de Leonardo y pudo ver que las lágrimas
que antes los habían hecho brillar, ahora se deslizaban por sus mejillas,
trazando caminos en el polvo de su rostro y con una maldición Girolamo desmonto
de su caballao obligando al artista a hacer lo mismo.
-¿Qué te pasa, Leonardo? ¿El gran genio dejara que meros
recuerdos del pasado dicten su futuro? ¿Dejaras que te encaminen hacia el
tormento? Eran o ellos o tu… Entiéndelo
Da Vinci. Era matar o morir y tu vita mía elegiste vivir, Elegiste el camino
justo para llegar hasta aquí.
Girolamo cogió la cara de Da Vinci entre sus manos y secando
las lágrimas con sus pulgares lo obligo a mirarlo.
-Y ese camino, caro, te trajo hasta mí. Déjame cargar con
tus penas, déjame acarrear tu dolor. Por favor, déjame ayudarte a olvidar y
úsame como tu luz al final
del túnel. Por favor, Leonardo…. Escógeme a mí sobre todos
esos fantasmas del pasado y quédate conmigo…
Leo asintió suspirando, y Girolamo lo beso con suavidad,
intentando disipar los terrores que atormentaban el alma del genio.
Ambos subieron de nuevo a sus monturas y volvieron de nuevo
hacia la casa medio en ruinas.
Sintiendo aun el frio en sus huesos. Leonardo bajo de su
caballo y tras atarlo a una anticuada estaca, acciono una manivela y el abrevadero
se llenó de agua.
Girolamo siguió su ejemplo y poco rato después ambos estaban
desguarecidos en el interior de la casa de piedra.
La noche era fría y a cada bocanada, el aliento de ambos
soplaba con nubes de vapor.
Leonardo prendió una hoguera en una zona apartada mientras
Girolamo tendía dos mantas en el suelo. Cuando el improvisado campamento estuvo
listo, el conde salió a buscar la fruta y el queso que portaba en su zurrón y
volviendo al lado de su amante le tendió una manzana.
-Sé que ahora mismo no hay nada que pueda consolar tu
atormentada alma, Leonardo, pero si me lo permites, quisiera disipar tu mal
estar.
El artista cogió la manzana y con un movimiento casi felino,
Girolamo se deja caer a su lado y sonrió levemente.
Ambos comieron en silencio, agradeciendo el calor que el
fuego les proporcionaba y cuando hubieron dado buena cuenta de los alimentos y
del vino, ambos se tumbaron sobre las mantas, quedando frente con frente.
Riario extendió una de sus manos y aparto un mechón que caía
sobre los ojos de su amante y sonrió, mirándolo a los ojos.
-Te amo, Leonardo. Tú has sido el único que vio algo de luz
en mí, cuando los demás solo veían oscuridad y ahora soy yo el que ve oscuridad
en rostro, vita mía.
Leonardo parpadeo, intentando alejar las lágrimas y el conde
se acercó más a él, amoldando su cuerpo al de su artista.
-Pronto regresaremos a Roma, y te juro por Dios que no
dejare que nadie te haga daño. Ni el Laberinto ni nadie volverán a torturarte.
Estarás bajo mi protección e Inocencio no podrá tocarte. Una vez le entregues
el Sudario, serás libre y juntos nos iremos a Imola y te prometo que nada ni
nadie nos separara de nuevo.
Leonardo sonrió y paseo una de sus manos por el costado de
su conde, acariciando lentamente todo el camino hasta su espalda y deleitándose
con el movimiento de los músculos bajo la tela.
-Yo también te amo, Girolamo, pero te mentiría si te dijera
que no estoy asustado.
-Pues permiteme disipar tus terrores , artista... Yo haré
que se vayan.
Susurro Riario con voz ronca y el maestro sintió como cada
rincón de si alma empezaba a arder de amor por ese hombre que le hablaba casi
como si lo acariciaba con sus palabras.
Leonardo acerco su cara la del conde y sus labios buscaron
los de su antigua némesis casi con desesperación, saqueando con su lengua cada
recoveco de la boca de Riario.
Ambos gimieron y Girolamo rodo hasta quedar sobre Da Vinci y
alzándose sobre sus brazos, contemplo el rostro de Leonardo. Con su
expresión de aflicción en el rostro y pelo revuelto y esparcido sobre el suelo
parecía un mártir y Girolamo sintió que su corazón latía casi con dolor al
contemplar lo hermoso que era su artista.
La luz del fuego hacia refulgir sus ojos verdes con un
brillo anaranjado casi demoniaco y Girolamo se inclinó para besarle, tirando
con sus dientes del labio húmedo y entreabierto de Da Vinci y cuando las manos
del genio tiraron de su camisa él se separó un momento para arrodillarse en el
suelo y despojarse de sus ropas.
Las de Leonardo también desaparecieron casi como por arte de
magia y aunque hacia frio, ninguno de los dos parecía sentirlo.
-Te necesito tanto que me duele, Girolamo…. Seamos uno y
dime que todo va a ir bien… Aunque sea mentira…Por favor… Dime que no tendré
que volver a matar para luchar por mi vida.
Riario sintió que se le partía el corazón al ver como las
lágrimas caían por las mejillas de Leonardo y posando sus elegantes manos en
los costados del artista lo alzo hacia su pecho, mirándolo fijamente.
-Todo va a ir bien, Leonardo… Nadie volverá a hacerte daño
mientras estés conmigo. Te lo prometo… Por mi vida, caro.
Girolamo volvió a atrapar los labios de Leonardo entre los
suyos a la vez que rodeaba las erecciones de ambos en una de sus manos y el maestro se dejó caer hacia atrás, hasta que su espalda choco contra el suelo y
abrió las piernas para que el conde se acomodara entre ellas, quedando
totalmente expuesto a su merced. Sus dedos se clavaron en la espalda de su
amante y cuando los besos del romano bajaron besando su garganta, a la vez que
lamia las lágrimas saladas en la piel de su artista Leonardo sintió que el
corazón podía explotarle en cualquier momento.
Nadie había logrado hacerle sentir lo que sentía con Girolamo y eso lo aterraba más que los recuerdos. Para alguien como él, el amor nunca había sido una opción y aunque había creído amar a Lucrecia, ahora comprendía que lo que había sentido por ella no era más que lujuria disfrazada. Con el conde todo era distinto… Había amor, pasión, lujuria , extasis y una necesidad imperiosa de tenerlo a cada segundo que hacía que Riario llenara cada rincón de su atormentada alma.
Nadie había logrado hacerle sentir lo que sentía con Girolamo y eso lo aterraba más que los recuerdos. Para alguien como él, el amor nunca había sido una opción y aunque había creído amar a Lucrecia, ahora comprendía que lo que había sentido por ella no era más que lujuria disfrazada. Con el conde todo era distinto… Había amor, pasión, lujuria , extasis y una necesidad imperiosa de tenerlo a cada segundo que hacía que Riario llenara cada rincón de su atormentada alma.
-Te amor, Girolamo… Te amo.
Susurro Leonardo sintiendo como los dedos de su amante
habían penetrado su entrada y Da Vinci gimió contra el aliento del conde , cuando sintió
como esos dedos finos y elegantes encontraban
el punto exacto que en minutos haría que todo su ser explotara en mil
pedazos.
La respiración del artista se aceleró y sus caderas
siguieron el vaivén de la mano de su amante, gozando también de las caricias de
sus dedos entrando y saliendo de su cuerpo y cuando sintió como su orgasmo
empezaba a formarse en la base de sus riñones, mordió con fuerza los labios de
sus amante, y clavo sus uñas en su espalda, haciéndole daño.
Riario rio, acelerando el movimiento de sus manos y cuando
Leo se arqueo bajo su cuerpo, pudo notar como el calor de su semen resbalaba
entre sus dedos.
Sin perder ni un segundo, uso esa misma humedad para
preparar la entrada de su amante y con un movimiento ágil, empujo su erección
hacia el interior del cuerpo del artista.
Da Vinci gruño, sintiendo como el miembro de Girolamo se
abría camino en sus entrañas, con el pendiente que portaba arañando el camino y
jadeo en busca de aliento cuando Riario empezó a moverse.
Girolamo respiraba entrecortadamente y alzándose sobre las
palmas de sus manos, con sus caderas retrocediendo y avanzando con cada
estocada, pudo sentir como Leonardo rebotaba bajo su cuerpo, con sus dedos
clavándose en sus nalgas cuando se aferraba con fuerza a él y supo que a ese
ritmo no duraría demasiado, pero esta vez su placer no era importante.
Esta vez todo el éxtasis debía pertenecer a Leonardo para
hacerle olvidad los malos recuerdos y cuando la respiración del genio cambio y
Girolamo sintió como Leonardo empezaba a estremecerse bajo su cuerpo,
incremento la velocidad de sus embistes.
Todo su cuerpo estaba bañado en sudor por el esfuerzo pero los gemidos de su artista hacian que complacerlo valieran la pena y la sensacion de deslizarse en su interior, sintiendo como el anillo de musculos lo apretaba con cada contraccion, era una de las sensaciones mas maravillosas que habia sentido jamas.
Nada era comparable a lo que sentia cuando ambos hacían el amor.
Todo su cuerpo estaba bañado en sudor por el esfuerzo pero los gemidos de su artista hacian que complacerlo valieran la pena y la sensacion de deslizarse en su interior, sintiendo como el anillo de musculos lo apretaba con cada contraccion, era una de las sensaciones mas maravillosas que habia sentido jamas.
Nada era comparable a lo que sentia cuando ambos hacían el amor.
Pocos minutos después, Leo se tensó por completo y Girolamo
aumento su velocidad, sintiendo como su amante temblaba cuando el orgasmo lo
golpeo de nuevo.
-¡¡¡¡¡ Girolamo!!! ¡¡¡Joder!!!! Más fuerte….¡¡¡Más fuerte!!!
Da Vinci grito el nombre de su amante cuando sintió como su
calor y su humedad salpicaban los músculos de su estómago y pudo oír la risa
ronca del conde contra su garganta.
-Así, mi artista… Así es como me gustas… descontrolado y a
mi merced entonando mí nombre como si fuera una plegaria.
Leonardo sentía como su cabeza daba vueltas y en todo lo que
podía pensar era en el miembro de Riario entrando y saliendo de su cuerpo cada
vez con más fuerza y cuando los músculos bajo sus manos se tensaron, y sintió
como el calor de Giroamo mojaba su interior, mordió con desesperación el hombro
de su amante, dejando allí las marcas de sus dientes.
Riario se dejó caer sobre el pecho de Leonardo, con la
respiración agitada y suspiro con placer cuando los dedos de Leonardo se
hundieron entre su pelo.
Se quedó así unos instantes, recuperando el aliento y cuando
ambos dejaron de temblar, se obligó a levantarse.
Leonardo estiro las mano casi con desesperación, intentando
que el conde se tumbara de nuevo sobre su cuerpo, pero Riario cogió una de sus
manos y la beso con dulzura.
-Me quedaría así contigo eternamente, mi caro, pero debemos
vestirnos. La noche es demasiado fría y no quiero morir de frio.
Leonardo rio y para Girolamo ese sonido fue lo más
maravilloso del mundo.
-Arriba, Artista. Te prometo que si sobrevivimos a la noche
sin convertirnos en témpanos de hielo, por la mañana estaré gustoso de servirte
de nuevo como consuelo.
Leonardo se levantó del suelo y cogiendo sus ropas miro a
Riario.
-No eres mi consuelo, mi conde…Eres mi vida.
El romano rio tendiéndole su casaca y lo miro con expresión
lánguida.
-Y tú la mía, Leonardo…
Poco después, ambos dormitaban abrazados junto al fuego y
cuando la respiración de Girolamo se suavizo, Leonardo sonrió, acariciando su
pecho y cerró los ojos, sintiendo una paz casi mística.
-Da Vinci… ¿pensabas que te ibas a librar de mí? Tu preciado
Conde no puede alejarme….
El artista abrió los ojos sobresaltado y contuvo un grito de
puro terror cuando abrió los ojos y vio a Carlo acuclillado en el suelo junto a
él, mirándolo con sus ojos vacíos y muertos.
CONTINUA EN EL CAPITULO 48
http://creativecommons.org/licenses/by-nc-sa/4.0/
Bienvenida de vuelta! Ya los extrañaba!
ResponderEliminarMe imagine a Riario muy sexy y varonil persiguiendo a Leonardo! Mas quiero mas
Gracias!!! Ya echaba de menos poder actualizar. Me estaba volviendo loca de ganas de escribir. A ver si me pongo con el capitulo 3 del otro fic y veremos una faceta distinta del conde. :P
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