CAPITULO XLVIII
(ESPECIAL HALLOWEEN)
Leonardo se incorporó,
conteniendo el aliento y retrocedió hacia atrás, completamente aterrorizado.
No podía apartar los ojos
de Carlo, que lo contemplaba con una sonrisa siniestra en el rostro.
Leo miro a Riario, que dormía
agotado y lo sacudió casi con violencia, para despertarlo, completamente
seguro, de que lo que estaba viendo no era más que un producto de su
imaginación febril.
-¿Leonardo? ¿Qué es lo
que…?
Girolamo abrió los ojos
incorporándose y miro a su amante, que seguía estático con una expresión de
terror en el rostro.
Leonardo estiro la mano,
señalando hacia un punto frente a ellos y Girolamo no pudo dejar de notar que su
artista temblaba con el frenesí del pánico.
-¿Puedes verlo?
Susurro Da Vinci con un
hilo de voz, creyendo que había perdido la cabeza o que otra de sus visiones lo
estaban atormentando.
El conde giro la cabeza
para poder observar lo que aterrorizaba tanto a su amante y sus ojos se
abrieron con estupor cuando vio que su antiguo compañero de El Laberinto los
miraba a ambos.
-¿Carlo? ¿Cómo demonios…?
El bastardo Medici los miro
y de repente estaba frente a ellos de pie, yendo y viniendo, casi como si su
cuerpo quisiera desvanecerse.
-El velo entre los vivos y
los muertos esta noche ha caído Girolamo. Hoy podemos andar sobre la tierra.
Riario se puso en pie de un
salto, tirando de Leonardo, mientras sus ojos aterrorizados no podían apartarse
de la aparición que había venido para atormentarlos.
-Tenemos que salir de aquí,
Leonardo… Es la Víspera de Todos los Santos.
Susurro Riario con la voz
enronquecida por el miedo y ambos salieron corriendo, intentando huir de la
visión que parecía haber salido desde las entrañas del infierno.
-Podéis correr, pero no
esconderos. Os daremos alcance y cuando lo hagamos, vendréis con nosotros.
Ambos debéis pagar por vuestros crímenes.
Carlo seguía avanzando, y
su imagen parecía parpadear intermitentemente, casi como si luchara para
mantenerse visible.
Leonardo y Riario corrían a
través de la casa en ruinas, sin poder creer que el fantasma de Carlo fuera
real y cuando iban a alcanzar la puerta, ambos hombres retrocedieron,
tropezando entre si debido al pánico.
En el quicio de la entrada,
otra aterradora visión recién salida del
Averno los contemplaba, con el pálido rostro brillando con la luz de la luna.
Clarisa Orsini extendió los brazos hacia Girolamo,
intentando alcanzarlo y Leonardo creyó que se iba a desmayar cuando vio lo que
ella sujetaba en sus manos.
-Mira lo que nos hiciste,
Girolamo… No tuviste piedad ni de mí ni de mi hijo… Nos asesinaste sin
importarte nada. Eres un monstruo… Piensas que puedes cambiar pero estas roto.
No puedes esconder lo que eres en realidad, señor de Imola… Un asesino frio y
despiadado al que no le importa los mas mínimo arrebatar la vida de una mujer y
de su hijo no nato.
La voz de Clarisa parecía
venir desde muy lejos y Riario apretó con fuerza el brazo de Leonardo,
intentando mantener el control.
-No sois reales… Estáis
muertos y los fantasmas no existen. Esto no es más que un mal sueño y cuando
despierte no estaréis allí.
Gimió Riario retrocediendo,
sin darse cuenta de que poco a poco volvían hacia Carlo.
Clarisa avanzo hacia ellos
y Leonardo no pudo reprimir un grito cuando vio como él bebe no nato de la
mujer se retorcía entre sus manos.
-Yo la amaba y tú me la
arrebataste… Me los arrebataste a los dos y tu amante me asesino antes de que
pudiera tomar venganza, pero ahora…Ahora tomaremos lo que se nos debe y ambos
vendréis con nosotros al infierno.
La voz de Carlo sonó
crispada justo detrás de ellos y cuando sus manos muertas apresaron a Leonardo,
el artista empezó a gritar, retorciéndose para liberarse.
-¡¡¡No!!! ¡¡¡¡Leo!!!
Girolamo se lanzó contra
Carlo, sin pensar en nada que no fuera liberar a su amante de los brazos
muertos y fríos de la aparición y una risa sonó junto a su oído cuando una mano
fría lo apreso desde atrás, apretándole la garganta.
-No puedes matarnos,
Girolamo…Ya estamos muertos y vosotros vendréis con nosotros.
Leonardo seguía luchando y
revolviéndose, intentando librarse del bastardo Medici y sus dedos se clavaron
en la carne blanda y putrefacta del cadáver ambulante.
-¡¡¡No sois reales!!!! ¡¡¡Estáis
muertos y no estáis aquí!!!
La risa cavernosa de Carlo
resonó contra las paredes de piedra y su aliento acaricio el rostro de Da
Vinci.
-Oh si, somos reales y
queremos venganza... Quid pro Quo. Vosotros nos matasteis y ahora mi amada y yo
haremos lo propio con vosotros.
-¡¡¡ No!!!
Leonardo seguía
revolviéndose pero pudo ver como Girolamo caía sobre sus rodillas, ahogándose
mientras los dedos de Clarisa apretaban su garganta.
-¡¡¡Suéltame bastardo!!!
¡¡¡Girolamo, lucha!!! ¡¡¡No dejes que ella gane!!!
Leonardo sentía como el
brazo que tenía alrededor del cuello apretaba con más fuerza y su visión empezó
a tornarse borrosa.
Los dos engendros del mal habían venido para llevarse sus almas al infierno y Leonardo supo con
seguridad que lo habían conseguido cuando el dolor se expandió por su pecho y
todo lo que pudo ver antes de que la oscuridad cayera sobre él fue como el
cuerpo inerte y sin vida de Girolamo caía al suelo.
-¡¡¡¡ Nooooo!!! ¡¡¡No!!!
¡¡Girolamooooooo!!!!
Da Vinci se incorporó
empapado en sudor, con el pelo pegándose a su rostro y con el corazón
latiéndole desbocado y se palpo el cuerpo, para asegurarse de que estaba bien.
A su lado podía oír la
respiración agitada del conde y su cabeza giro frenética a mirarle, esperando
encontrar seria el cadáver frio y muerto de Girolamo a su lado.
El conde se palpaba la
garganta, tan aterrorizado como Leonardo.
-¿Ha sido un sueño?
Pregunto Girolamo mirando
frenético en todas direcciones. La hoguera no era más que rescoldos y la
estancia estaba fría y ambos hombres se pusieron en pie, recogiendo sus cosas
apresuradamente.
-No estoy seguro pero lo
mejor será que nos vayamos de aquí ahora mismo…
Ambos estallaron en risas
nerviosas y se apresuraron a salir hacia la noche oscura.
Ninguno de los dos se
atrevió a mirar sobre el hombro y montando en sus caballos los dos se perdieron
en la oscuridad. Si lo hubieran hecho podrían haber visto como Carlo y Clarisa
los contemplaban desde el quicio de la puerta, bañados por la luz de la luna.
-Al menos les hemos dado un
susto de muerte, ¿no crees querida?
Clarisa rio, pasando su
brazo alrededor de la cintura de su amante y lo miro casi con devoción.
-Algo es algo…Al menos nos
hemos divertido. Feliz Víspera de todos los santos, amor mío.
Carlo se inclinó para
besarla y sonrió contra sus labios.
-Feliz Víspera, amada mía.
CONTINUA EN EL CAPITULO XLIX
Pobres hombres! Creo q después de esta no se les parará x un buen rato
ResponderEliminarSe me va la olla un monton pero que bien me lo pase escriboiendo esto. Ademas tarde como 10 minutos.
ResponderEliminarCojonudo ❗ me encanta ❗
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