VIENE DE: CAPITULO 3
ATENCION: ESTE POST CONTIENE ESCENAS SEXUALES Y LENGUAJE ADULTO +18. CLASIFICACION POR DESCARGO: R
CAPITULO CUATRO
Riario contuvo el aliento,
sintiendo como el acero acariciaba su garganta y como los labios de Leonardo
acariciaban el lóbulo de su oreja y lejos asustarse, el conde suspiro, soltando
una breve risa.
-Artista… Que visita tan grata…
De saber que venias, habría dispuesto una acogida mas satisfactoria para ti.
Da Vinci frunció el ceño
confuso al ver la reacción del conde y trago saliva cuando Girolamo echo la
cabeza hacia atrás y giro la cabeza un poco, como si buscara sus labios.
Sin poder evitarlo, los ojos de
Leonardo miraron el cuerpo que yacía en
la bañera, y trago saliva al ver como el agua lamia el amplio pecho desnudo.
Da Vinci deslizo la punta del
cuchillo por la línea que bajaba por el pecho del conde hacia los marcados abdominales
y contuvo el aliento al ver como el endurecido miembro de Girolamo pegaba una
sacudida.
-La visita me es grata, pero no
veo por ninguna parte algo que me pertenece, Girolamo y he venido para llevarme
lo que es mío.
Riario no pudo evitar reír y se
arqueo hacia adelante, dispuesto a comprobar hasta donde podía llegar Leonardo.
-Eso que buscas esta a buen
recaudo, Artista. No voy a concederte el
placer de que me quites otra vez lo que es mío por derecho. No después de lo
mucho que he sacrificado para conseguirlo de vuelta. Puedes matarme si te
place, pero no te entregare por voluntad propia lo que tanto me ha costado
conseguir.
Susurro Riario y sus labios
acariciaron los de Leonardo, quien afianzo la daga en su mano con más fuerza,
posando la punta sobre el corazón de su némesis.
-No voy a caer en tu trampa,
serpiente. Puedes intentar seducirme, pero esta vez no te servirán de nada tus tretas, Girolamo. Me vas a entregar las llaves y luego puedes
seguir con lo que estabas haciendo….
-Como tú quieras, Artista, pero
las llaves y el mapa de judío no están aquí. Ya caí una vez en tu trampa y no
soy tan necio para hacerlo de nuevo. Puedes tortúrame o matarme, pero no te lo
voy a entregar, Da Vinci.
Leonardo apretó los dientes con
rabia y subió la hoja de la daga hasta la garganta de Riario presionando la punta contra la carne hasta
que una gota escarlata floreció en la pálida piel y hundió sus dedos entre el
pelo del conde, tirando hacia atrás hasta que los tendones de su cuelo
crujieron.
-Sal del agua, Girolamo. No
quiero matarte, pero si no me entregas las llaves lo hare y esa sirvienta tuya
tan hermosa, lo único obtendrá de ti es tu cadáver envuelto en una mortaja de
agua y sangre.
El conde soltó una carcajada y
levanto las palmas de las manos, en un gesto de rendición.
-Está bien, Artista… Veo que
tus amenazas no son en vano… Tú ganas.
Leonardo aparto la daga de la
garganta del conde para que este pudiera salir del agua y sus ojos se clavaron
en los de Riario cuando este salió del agua.
El artista contuvo el aliento
al contemplar el cuerpo perfecto de su némesis. Cada musculo parecía haber sido
cincelado en duro mármol por unas manos hábiles como las que antaño habían
modelado las esculturas de los antiguos
emperadores y cuando sus ojos bajaron hacia abajo se percató de como unas finas
cicatrices blancas cruzaban la pelvis de Girolamo.
Al principio Leonardo no podía
entender qué tipo de accidente podría haber provocado esas finas líneas
trenzadas que abrazaban las caderas y el
bajo vientre del conde y cuando al fin lo comprendió, sintió como la sangre se
helaba en sus venas.
Riario siguió con su mirada los
ojos de Leonardo y se encogió de hombros al ver como la expresión del artista
se congelaba en una mueca de horror al ver las antiguas cicatrices que el
cilicio que lo obligaban a llevar en el convento, había dejado en su piel.
-Como bien has recalcado antes,
el placer es pecado, Leonardo. Me lo marcaron en la piel mucho antes de
comprender siquiera lo que significaba. ¿Te haces una idea del daño que puede
provocar un cilicio de esparto en la piel de un niño?
Leonardo negó, sin poder
apartar la vista de esas pálidas cicatrices y aunque seguía queriendo recuperar
las llaves y el mapa, la daga empezaba a temblar en su mano. Tenía ante sí a un
hombre al que habían modelado a base de dolor y sufrimiento y él no quería infringirle
mas dolor del que ya había tenido que soportar.
-Girolamo…Dame las llaves y me iré. Yo…Yo no quiero hacerte daño…
Riario sonrió, mostrando una
mueca cruel y empezó a andar hacia Da Vinci, sin mostrar ningún temor por la
daga.
-Has entrado dios sabe cómo en
mi casa…. Te has entrometido en mi intimidad, me has amenazado y... ¿ahora no
quieres hacerme daño?
-No físico al menos, Girolamo…
Susurro Da Vinci sin poder
apartar la mirada de esas cicatrices pálidas.
El conde dejo escapar una risa
ronca y con un movimiento rápido desarmo al artista y lo golpeo en el rostro
con el dorso del antebrazo. Leonardo trastabilló hacia atrás, pero antes de caer, el conde cogió su brazo y
con un movimiento experto se lo retorció hacia atrás, a la vez que lo empujaba
contra la pared.
Leonardo sintió como el aire
escapaba de sus pulmones al chocar contra la fría piedra y un pensamiento
acudió a su mente. Riario era un guerrero entrenado en la batalla y era
peligroso.
Había sido muy mala idea
enfrentarse al conde a solas.
El artista sintió una punzada
de dolor cuando Girolamo tiro de su brazo hacia arriba y el pánico se apodero
de el al comprender que ese hombre podía hacerlo pedazos con sus manos.
Empezó a revolverse para
librarse de su presa y Riario aplasto su pecho contra la espalda del maestro,
jadeando en su oído debido al esfuerzo que tenía que hacer para contenerlo.
-Podríamos haber sido grandes
aliados, Da Vinci… Tú y yo…Juntos buscando la Bóveda. Tu intelecto y mi
estrategia juntos al servicio de Roma.
Susurro Riario con su voz
ronca, provocando que todo el vello del cuerpo de Leonardo se pusiera de punta,
en parte por el terror, pero en su mayoría debido a la excitación que esas
palabras contenidas en un susurro provocaban en su cuerpo. Da Vinci negaría mil
veces lo que sentía por el conde, pero su cuerpo parecía dispuesto a llevarle
la contraria.
Podía sentir algo presionando
contra sus riñones y las palabras salieron de su boca antes de que siquiera supiera
que las estaba pensando.
-¿Me amenazas con un cuchillo,
Conde? No te tengo miedo. Puedes matarme, pero ten por seguro que mis amigos
vendrán y tú, mi gran señor, serás condenado por tus actos y ni tu tío Sixto
podrá salvarte.
Riario rio de nuevo, con esa
risa crispada y ronca y soltando el brazo de Leonardo, apoyo ambas mano contra
la pared. Una a cada lado de la cabeza del artista y se arqueo hacia adelante,
sintiendo como su némesis se estremecía contra su cuerpo. Acariciando la nuca
de Leonardo con su nariz, deposito allí
un beso y se acercó a su oído para susurrarle.
-¿De qué cuchillo me hablas, Da
Vinci?
Leonardo podía sentir el
aliento del conde muy cerca de sus labios y jadeo cuando se dio cuenta de que
lo que pulsaba contra su baja espalda no era una daga, si no el miembro caliente
y palpitante de su enemigo pero estaba enfadado y aunque se sentía excitado por
la cercanía del cuerpo de Girolamo contra el suyo, las palabras salieron como
dagas envenenadas de sus labios.
-No iría contigo ni a la vuelta
de la esquina, Conde. Eres una persona
horrible... Disfrutas infringiendo dolor porque es lo único que tu cuerpo
conoce. No sé ni cómo se me ocurrió acercarme a ti…Me asquea el simple
pensamiento de haberte tenido en mi cuerpo y me asquea que me toques. Eres
diabólico, Girolamo. No quiero nada de
ti. Puedes quedarte las llaves y el mapa del judío… Eres un bastardo. Si
quieres encontrar la Bóveda, búscala tu solo.
Riario podía sentir cada
estremecimiento del artista contra su cuerpo, pero sus palabras lo hirieron del
mismo modo que lo habrían hecho mil
cuchillos clavándose en su piel. Cada una de las palabras de Da Vinci habían
herido un recóndito sitio dentro de su alma, haciéndola pedazos.
Una vez más, Girolamo era
rechazado. El no merecía el amor de nadie y el artista se lo había dejado claro. Había
sido un necio al pensar que tal vez lo que ambos habían compartido había sido
algo más que sexo, que realmente alguien podía llegar a quererle y el doloroso nudo que había estado atenazando
su garanta volvió, y comprendió que eran lágrimas que estaba intentando
contener.
Se separó del cuerpo del
artista y dándose la vuelta y empezó a
andar hacia la cómoda donde había dejado sus pertenencias y abrió uno de los cajones,
sacando la cadena con las llaves y el mapa del judío y sin mirar atrás, los
lanzo al suelo parpadeando con rapidez para alejar la picazón que aguijoneaba
sus ojos.
-¿Esto es lo que has venido a
buscar? Pues ahí lo tienes, Da Vinci…Cógelo y vete…
Murmuro Riario sin atreverse a
darse la vuelta. Sintió como el nudo se hacía más tenaz en torno a su pecho y
apoyo las manos contra la cómoda, buscando un punto donde poder sostenerse.
Su cuerpo empezó a temblar,
sacudiéndose en violentas oleadas y dejo caer su cabeza, apretando los dientes
sintiendo que el dolor provocado por Da Vinci podía partirlo en dos de un
momento a otro.
Leonardo se dio la vuelta, con
la respiración agitada, dispuesto a presentar batalla y frunció el ceño al ver
como Riario lanzaba al suelo los objetos que le había robado.
-¿Tan fácilmente te rindes a mí,
gran señor de Imola? No te creía tan débil, Girolamo, pero una vez más, caes
ante el gran genio de Florencia… ¿No te cansas de ser siempre el que pierde?
Dijo el artista con una risa
alegre.
Riario apretó los dientes,
aferrándose con fuerza a los bordes del amplio mueble y sin volverse a mirar a
Leonardo, hablo con voz baja y ronca.
-Ahí tienes lo que querías… Lárgate
de mi casa y no vuelvas, Da Vinci. Ya no hay nada aquí que sea de tu interés, así
nunca más tendrás que asquearte de tus pensamientos y acciones hacia mí. Una
vez más, no soy digno…
CONTINUA EN EL CAPITULO 5
Buenisimo capítulo, aunque Riario al final queda frustrado por el rechazo, dan ganas de poder decirle a Leo que no sea tan cruel, pero igual Riairo le ha hecho daño al robarle las cosas... ¡Que enrollo!
ResponderEliminarPor favor continúa :D :3