VIENE DEL CAPITULO 5
CAPITULO 6
Leo estaba en su estudio
preparando las cosas para su viaje. Había conseguido el astrolabio de la tumba
del Cosimo el Mago, gracias a las palabras de Al-Rahim y siguiendo las pistas que el Mago había
escondido en uno de sus retratos y sonrió mientras lo miraba y lo hacía girar entre sus dedos.
Nunca hubiera sospechado
que el abuelo Medici hubiera sido uno de los hijos de Mitra, y descubrirlo gracias
a Andrea escondido en la tumba de Cosimo lo lleno de júbilo.
Tenían las llaves, tenían
el mapa y tenían el astrolabio. Tan pronto como consiguiera un navío él y
Riario partirían hacia el nuevo mundo y juntos buscarían el libro de las hojas
y la Bóveda celeste.
Zo no aprobaba su amistad
con el conde, y siempre que podía hostigaba a Leonardo, presionándolo para que
se deshiciera de esa maldita serpiente.
Girolamo tampoco era santo de la devoción de Nico y este parecía haberse unido a Zoroastro en su afán de que Leo rompiera toda relación con el romano, pero el artista renegaba.
Girolamo tampoco era santo de la devoción de Nico y este parecía haberse unido a Zoroastro en su afán de que Leo rompiera toda relación con el romano, pero el artista renegaba.
No sabía qué clase de
influjo había caído sobre el para que en su atribulada mente solo hubiera
espacio para el conde, pero siempre que pensaba en él, una extraña sensación se
asentaba en la boca de su estómago, haciéndolo sentir casi como si estuviera
enfermo de un hambre insaciable, que solo podía apaciguarse cuando estaba entre
los brazos del conde.
Habían pasado dos semanas
desde su encuentro en el Castillo de Sant Angelo, y aunque era demasiado
tiempo, Da Vinci todavía podía sentir los labios calientes y húmedos de su
amante paseándose por su cuerpo.
Cerró los ojos, rememorando
sus horas juntas y ahogo un jadeo cuando recordó como Girolamo lo había poseído
casi con ferocidad sobre la cómoda y luego lo había hecho de nuevo con
suavidad, dentro del agua, mientras disfrutaban juntos de un baño.
Leo se mordió el labio,
arqueándose en la silla hacia atrás, mientras dejaba el astrolabio sobre la
mesa, y dio gracias por poder recordar cada milésima de segundo que había
pasado con Riario.
Su mano bajo despacio hasta
su pantalón, y un jadeo ronco escapo de sus labios cuando sus dedos apretaron
el bulto considerable que su erección marcaba bajo el cuero.
Necesitaba a
Girolamo…Necesitaba sentirlo dentro él y
la espera lo estaba matando.
Habían prometido reunirse en
Pisa después de la misa de Pascua. El Conde no le había dado explicaciones,
pero había aludido a un compromiso ineludible y en unas horas estarían juntos
de nuevo.
Leonardo tiro de las cintas
de su pantalón despacio hasta que pudo deslizar su mano en torno a su erguido y
palpitante miembro. Sabía que mientras
la excitación lo dominara, no podría hacer nada más, y aún faltaban horas para
poder reunirse con su amante y alcanzar así la liberación que tanto necesitaba.
Las campañas de la catedral
de Santa María del Fiore anunciaban el inicio de la misa y Leonardo cerro los
ojos concentrándose en los recuerdos de las manos de su amante en su cuerpo y
gimió al deslizar su pulgar por el glande inflamado y perlado de líquido pre
seminal.
Concentrado en su tarea, no
oyó llegar a Vanessa, quien ahogo una exclamación al encontrarlo en semejante
estado.
-¡Por Dios, Leonardo, que
es Pascua! ¿No puedes dominar tu lujuria ni siquiera en los días santos?
-¡¡¡¡¡JODER VANESSA!!!!
Leonardo abrió los ojos
sobresaltado y quito la mano de dentro de sus pantalones al mismo tiempo que su
silla se inclinaba hacia atrás y cayó sin poder evitarlo, dándose un
considerable golpe contra el suelo.
La chica de pelo rojo ahogo
un grito y corrió hacia él, para ayudarlo
a ponerse en pie, pero Leo empezó a lanzar maldiciones como si estuviera
poseído por el mismísimo diablo mientras se frotaba un chichón que empezaba a
salirle en la cabeza.
Vanessa giro los ojos en
blanco y le dio una bofetada en la cara, con suficiente fuerza para que
Leonardo callara de golpe.
-¡¡¡Leo!!! ¿Quieres dejar
de despotricar un momento? Necesito tu ayuda.
-¡¡¡AY!!! ¡¡¡JODER!!!
Leonardo se froto la cara y
la miro con gesto ofendido, pero se dio cuenta de que una sombra de preocupación
cruzaba el rostro de su amiga y la miro con curiosidad.
-¿Qué te aflige, bella
Vanessa?
Ella lo ayudo a ponerse en
pie y acto seguido se aliso el precioso vestido blanco que portaba.
-Es Giuliano… La misa esta
por empezar y no aparece por ninguna parte. Y yo…Yo tengo algo impórtate que
decirle, pero no quiero estar sola, Leo… Necesito apoyo para armarme de valor y
confesar lo que tengo que decirle.
Leo sonrió y acaricio con
ternura la barbilla de la muchacha.
-Te acompañare, pero antes
dame dos segundos… Tengo que adecentarme un poco. Por cierto, aparte de casi me
matas por la caída, también ha estado a punto de darme un infarto…
Vanessa rio con alegría y
le dio un pequeño apretón en el brazo.
- Eres un tonto, Da Vinci,
pero te quiero…
Leo sonrió, acercándose a
la jofaina y echándose agua fresca en la cara, asintió.
-Yo también te quiero, mi
preciosa niña… ¿Nos vamos? Pero por el camino me tienes que contar que es eso
tan importante que tienes que confesarle a Giuliano.
Vanessa asintió, cogiéndose
del brazo de Leo y juntos salieron de su estudio, dirigiéndose hacia la
catedral.
-Pues agárrate, porque de
esta sí que te va a dar un infarto, querido mío…
Riario esperaba oculto
entre las sombras la llegada de los dos hermanos Medici a la misa de Pascua y sonrió
al ver llegar a Lorenzo acompañado de su esposa y de sus hijas.
No se preocupó demasiado al
no ver a Giuliano. Hoy los dos perros Medici caerían y su padre, el falso Papa
Sixto, le daría la libertad que el tanto ansiaba.
Al fin podría escapar de
los abusos y de las torturas a los que había sido sometido durante años y seria
libre…Libre para tener voluntad propia y huir lejos. Huir con Leonardo hacia
otro mundo, lejos de las leyes de Roma y de su Iglesia.
Las campanas dejaron de
sonar y el no pudo evitar santiguarse al saber que la misa había comenzado.
Alzo la vista justo a
tiempo de ver entrar a Leonardo acompañado por esa chica de pelo rojo y mascullo
una maldición.
La presencia del artista entorpecía
sus planes, por lo que solo actuaria si los Pazzi no tenían éxito y espero
escondido entre las sombras, a que el infierno se desatara.
Leonardo miro hacia todas
partes, sintiéndose extraño dentro de una Iglesia, pero Andrea se había unido a
él y a Vanessa y le sonrió a ella y a su maestro cuando la misa comenzó.
Poco rato después, las
puertas se abrieron de par en par y Giuliano se tambaleo por el largo pasillo, sangrando,
blandiendo una espada.
-¡¡¡Giuliano!!!
Lorenzo grito al ver a su
hermano herido y corrió hacia él, en el mismo momento que el sacerdote se
enfrentaba a él, increpándolo.
-Giuliano de Medici. Estáis
en suelo sagrado y habéis profanado la santa misa. Cesad vuestra incursión.
Esta es la casa de Dios.
-Dios ama la verdad…Dejadlo
que hable.
Impuso Lorenzo con voz
grave a medida que corría hacia su hermano.
-Los Pazzi conspiran contra
nosotros. Mi propia familia. Se han aliado con Roma y conspiran contra toda
Florencia.
-¡¡¡Libertad para
Florencia!!!¡¡Muerte a los Medici!!
Grito Francesco Pazzi
desenvainando su espada, y en pocos
segundos el caos se apodero de todos dentro de Santa María del Fiore.
Todos corrían y gritaban,
intentando huir, mientras los miembros de ambas familias se enfrentaban.
Vanessa corrió hacia Giuliano,
viendo como Francesco Pazzi y Bernardo
Bandini apuñalaban repetidamente a su amado y aunque Leo intento detenerla, la
chica se escapó de entre sus manos.
-¡¡¡No, Giuliano…No!!!
Vanessa cayo de rodillas
junto al menor de los Medici y lloro al ver como la vida de Giuliano se
escapaba entre estertores.
-Me muero, Vanessa…
Vanessa lloraba, sujetando
la cabeza de su amado contra su regazo y entre llantos inconsolables acaricio
le acaricio la mejilla.
-Pero tú vivirás en mí, Giuliano…
Vivirás a través de nuestro hijo, cariño…
Giuliano sonrió a pesar del dolor y miro a Vanessa por última
vez antes de cerrar los ojos para siempre.
Leonardo corría hacia ella,
al ver como uno de los esbirros de los Pazzi intentaba apuñalarla, y lanzo su
daga con certera puntería, acertándole al asesino entre los ojos.
-¡¡¡Andrea!!! ¡¡¡Llévate a
Vanessa!!!
Grito mientras intentaba
llegar hasta Lorenzo que estaba siendo atacado por dos hombres.
Uno de ellos apuñalo al
mayor de los Medici en la garganta y Leonardo grito de rabia. Si Lorenzo moría,
los Pazzi gobernarían en Florencia y sabía perfectamente que los Pazzi eran
aliados del Papa Sixto y de Roma, y no podía permitirlo.
Corrió hasta Lorenzo y lo protegió
con su cuerpo, luchando a dos espadas. Fintaba y golpeaba, sin apenas ver donde
caían sus golpes, más preocupado por el mayor de los Medici que por sí mismo y
cuando vio que una espada salida de la nada iba a sesgar el cuello de su
benefactor, se interpuso, atajando el golpe con su propia espada.
Levanto la vista, dispuesto
a defender con su vida la de su patrón y toda la sangre de su cuerpo se helo en
sus venas al ver como Riario lo miraba con igual sorpresa.
-Girolamo…
El nombre de su amante
escapo de sus labios en un susurro, sin poder dar crédito a lo que sus ojos veían.
Girolamo apretó los labios
y golpeo a Da Vinci en el rostro, con el dorso de su mano enguantada,
intentando apartarlo de en medio.
-Quítate de en medio,
Leonardo. Por tu bien…Déjame terminar con lo que hemos empezado y seré libre…
Leonardo sintió como el
golpe lo mandaba hacia atrás y levanto la mirada hacia los ojos oscuros del
conde, que lo miraban con una expresión que no podía identificar.
-¡¡No!! ¡¡No voy a dejar
que lo mates, Conde!!! ¡¡¡¡Si quieres terminar con su vida, primero tendrás que
terminar con la mía!!!!
Riario sintió como esas
palabras lo golpeaban en una parte recóndita de su ser, sacudiéndolo por dentro.
-Leonardo… Quítate de en
medio…Tu no lo entiendes… tengo que hacerlo.
Leonardo sentía el sabor de
la sangre en su boca y negó con la cabeza, escupiéndole a la cara.
-Te he dicho que no. Si
quieres matar a Lorenzo, tendrás que matarme primero a mí.
Girolamo sintió como si de
nuevo Leonardo golpeara su alma y al sentir la sangre de su amante salpicando
su cara, algo se rompió dentro de su corazón.
Leonardo no le amaba… Su
actitud defendiendo a Lorenzo lo explicaba todo. El genio al que creía suyo, estaba más interesado del
mayor de los Medici que en él y Girolamo apretó los dientes con rabia, alzando
su espada con un rápido movimiento.
-Pues muere por él, Da
Vinci…
CONTINUARÁ
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