CAPITULO XLV
Sandro se despertó, con
las primeras luces de la mañana. La cabeza le dolía terriblemente y cuando se
incorporó, el mundo empezó a girar y se cubrió los ojos con el brazo, sufriendo
los síntomas de una gran resaca.
Sentía la boca pastosa y
como si alguien golpeara su cabeza con un martillo y rodo para incorporarse,
plantando los pies descalzos en el suelo.
Al principio no sabía muy
bien donde se encontraba, pero luego recordó a la preciosa mujer de pelo negro
y se giró a buscarla, palpando el mullido lecho con sus manos, pero en la cama
no había nadie más que el lio de sabanas de donde se había levantado y el
artista sintió como su corazón daba un vuelco.
Ella era real. Lo sabía. Había
podido sentir sus manos, y sus dulces palabras en ese idioma extraño que él no entendía,
había olido su aroma a pachuli.... La cabeza de Sandro empezó a encajar una
pieza con la otra... La bella Hécate hablaba el mismo idioma que hablaba su
joven aprendiz... Tenía su mismo pelo negro y sus mismos ojos azules y
exactamente el mismo aroma aterrado surgía de su piel, recordándole a un día de
lluvia y cuando todas las piezas encajaron en su mente, se levantó de golpe, cubriéndose
con una de las sabanas y dando trompicones por el taller se dirigió hacia donde
oía las risas de Leonardo y de Girolamo.
Cada paso que daba era
una tortura para su cabeza, pero logro llegar a la otra parte de la estancia y
vio a Leonardo tumbado, y al conde sujetando una de las bengalas, regañándolo.
-Leo, si te ríes, tenemos
que volver a empezar. El rostro de Cristo no puede salir en el lienzo riéndose
a carcajada limpia... Se supone que está muerto....
Leo se incorporó riéndose,
y se secó las lágrimas que le caían mejillas abajo.
-Lo siento, pero no lo
puedo evitar... Es que te pones tan serio....
-¿Dónde está Luca?
Pregunto Sandro casi con
un rugido frotándose los ojos debido al dolor de cabeza y los dos hombres se
giraron a mirarlo, con curiosidad.
- Pues no la he visto....
A lo mejor sigue dormida. Es temprano todavía.
Dijo Leo incorporándose y
Riario le dio en la cabeza con la bengala cuando se percató del error del genio
y luego el dejo, con un suspiro de exasperación, siendo plenamente consciente
de que Leonardo había metido la pata.
Sandro fijo sus ojos
azules en Leonardo y el maestro se dieron cuenta tarde de su error.
-No LA has visto.... A
ella... A Luca.
Leonardo maldigo y se miró
los pies con algo parecido a la vergüenza, y Girolamo vio oportuno dejarlos
solos, con el pretexto de ir a ver a Sofía y a su bebe y ambos artistas se
giraron a mirar como el conde desaparecía por la puerta.
Sandro sentía como la
sangre bullía en sus venas ante el engaño al que lo habían sometido Leonardo y
Luca y aunque la cabeza le iba a explotar de un momento a otro debido a todo el
vino que había bebido la noche anterior, ando hacia el otro artista y cogiéndolo
de la pechera de la camisa lo sacudió con fuerza.
- Habla, Da Vinci. Lo es
todo. Sé que Luca y Hécate son la misma persona. Y más te vale explicármelo
todo como si tuviera tres años para que lo entienda...
Gruño Sandro cada vez más
enfadado.
Leonardo agarro sus
antebrazos, intentando soltarse, pero Sandro lo empujo contra uno de los bancos
de trabajo y lo miro casi echando chispas, encarándose con él.
-¡¡¡Que hables, coño!!! ¿Creías
que me ibas a engañar por mucho tiempo? Soy confiado, no gilipollas, y ningún
chico puede tener ese culo y esas curvas por mucho que tú te empeñes en
ocultarlas vendándole el cuerpo.
Leonardo forcejeo, pero
Sandro era más fuerte y el levanto sus ojos para mirarlo.
-Sandro... Por favor...
Vayamos a buscarla y ella misma te explicara el por qué... Quizás este arriba,
descansando todavía. Ayer fue un día duro para ella.
Botticelli lo miro casi fulminándolo
y soltándolo con un empujón subió hacia la habitación de la chica, encontrándola
vacía.
Ella no estaba y sus
cosas tampoco, y con un grito de rabia pateo la mesita donde ella había dejado
solo un cepillo del pelo y una nota con un simple “Lo siento”.
-¡¡¡¡ LUCA!!!! ¡¡¡¡¡ LUCA
GIANNI!!! ¿DONDE ESTAS, MALDITA ARPIA?¡¡¡LUCA!!!
Grito Sandro cada vez más
furioso bajando de nuevo al taller. Luca se había ido, y él se sentía
traicionado y se plantó frente a Da Vinci, casi echando chispas.
-Se ha ido.¡¡¡SE HA
IDO!!! ¿Creías que no iba a dar cuenta de que era una mujer, maldito engreído
soplapollas?
Grito Botticelli
barriendo uno de los bancos de trabajo con su mano y lanzándolo todo al suelo.
-Sandro... Ya basta... Tranquilízate.
Vayamos a buscarla. No puede haber ido muy lejos. La vi de madrugada...
Leonardo agarro al pintor
por un brazo, intentando que se girara a mirarlo, para hacerlo entrar en razón,
pero Botticelli lo empujo con fuerza, haciéndolo tambalearse hacia atrás.
-¡¿Cómo has podido
hacerme esto, Leonardo?! ¡¿Cómo?! Sabías que después de lo de Simonetta yo no podía
estar con nadie y tú me metiste a esa mujer en mi casa, haciéndola pasar por un
chico a saber con qué intención. ¿Pensabas que no me iba a dar cuenta? ¿Ha sido
divertido tomarme el pelo?
Leonardo se froto la
cara, intentando explicarse.
-Sandro, venga... Cálmate
y vayamos a buscarla y sabrás porque lo hicimos. Te lo explicaremos. Confía en mí...
Sandro se encaró de nuevo
hacia Leonardo, mirándolo con rabia.
-¿Explicarme el que, Leo?
¿Que se disfrazó de chico para aprovecharse de mí? ¿Para meterse en mi cama y a
ver si se podía follar al pintor obsesionado con una muerta? ¿Es esto alguno de
tus estúpidos experimentos?
Leonardo negó con el
cabeza, hastiado y empujo a Sandro con fuerza y con rabia, estrellándolo contra
una de las mesas y haciéndolo caer al suelo.
-¡Ya estoy harto,
Botticelli! Eres un imbécil. Esa chica te cuido cuando estabas medio muerto.
Curo tus heridas y se quedó contigo, cuando no tenía por qué hacerlo. Te cuido
y te lavo, y solo dios sabe por qué quiso quedarse contigo. De haber sido yo habría
pateado tu culo pomposo. Y si, fui yo quien tuvo la idea de disfrazarla para
que se pudiera quedar, porque eres un engreído arrogante que prefiere seguir
llorando por su amor muerto que darte una segunda oportunidad con una chica
preciosa que te ama con locura desde el momento en que te vio. ¿La habrías
aceptado de saber que en realidad es solo una puta de la calle? ¿Qué comparada
con tu gran Netta ella no es nada?
Sandro abrió la boca para
protestar y recuerdos nublados acudieron a su mente. Recordó a la preciosa Hécate,
cuidándolo y lavándolo y tratándolo con una delicadeza que jamás había tenido y
su corazón dio un vuelco.
Se sentía traicionado,
pero por mucho que no lo quisiera admitir, Luca le hacía falta. Los días que había
pasado con ella habían sido los mejores de toda su vida y la necesitaba con él
a su lado y los ojos se le llenaron de lágrimas, al darse cuenta de que el también
la quería y que la noche que habían pasado juntos había sido la mejor de toda
su existencia.
Ella había sido dulce y
se había abierto a él como una flor al sol de la mañana, necesitándolo, como el
la necesitaba a ella, con una pasión que parecía lava corriendo por sus venas.
Recordó que la noche
anterior, mientras hacían el amor, el la había llamado por su nombre, lo
recordaba y se froto la cara sintiéndose como un imbécil.
-Oh, joder...Anoche la
llame por su nombre. Yo lo sabía. Sabía que era ella. Lo sabía y seguro ha ido
por mi culpa al pensar que yo....
Botticelli ahogo un
gemido de pena y se cubrió la cara con las manos, totalmente apesumbrado, y reprochándose
a si mismo lo estúpido que había sido... Un artista como el... siempre cuidando
los detalles más insignificantes y por un desliz. Había metido la pata, y sin
poder contenerse empezó a temblar, y se rodeó el cuerpo con los brazos,
intentando calmarse.
Leonardo se sintió
idiota, allí parado, dándose cuenta de lo que le ocurría a Sandro, ya que el
mismo había estado hacia poco en la misma situación y se quedó mirándolo sin
ser capaz de consolarlo y dio gracias al cielo, cuando Riario apareció por la
puerta, cargando a la bebe contra su pecho con una mano, mientras en la otra
llevaba un trapo. Era más que evidente que la había estado cambiando los
pañales y que salió apresuradamente al oír los gritos de Leonardo.
- ¿Y la quieres,
Botticelli? ¿La amas?
Pregunto el romano
mirando al pintor rubio, quien levanto sus ojos enrojecidos hacia el conde y asintió
con la cabeza.
-Pues levántate de ahí, lávate
la cara, y salgamos a buscarla. Si la amas, no la dejes ir. Yo una vez aleje de
mí a quien más amo en este mundo y ambos nos sentimos morir durante seis largos
meses. Fuiste tú quien me dijo una vez que Leonardo estaba sufriendo. Que tenía
el corazón roto y que estaba perdiendo su talento, y ahora eres tú el que
sufre, Botticelli. Italia tampoco puede quedarse sin tu arte y como bien me
dijiste, no se le puede mostrar amor a un perro herido, para luego apartarlo de
una patada, y eso es exactamente lo que tú hiciste anoche con Luca llamándola
por su nombre. La apartaste de una patada, haciéndola sentir que tu no la querías
a ella, a Hécate, si no al muchacho que creías que era. Ósea que levántate de ahí,
adecéntate un poco y sal a buscarla. Creo que ambos ya habéis sufrido
suficiente para estaros con estas tonterías.
-¿Y si me rechaza?
Pregunto Sandro con la voz
quebrada. Riario se encogió de hombros y lanzo el trapo sobre una de las mesas
y lo miro con sus grandes ojos oscuros.
-Pues si te rechaza por
lo menos no podrás decir que te rendiste sin pelear. Ya es hora de que
entierres a tus fantasmas, Botticelli. Los muertos no pueden amar. Si quieres
seguir honrando a Simonetta, píntala y haz que la historia no olvide a la bella
mujer que fue, pero creo que es hora de que la dejes marchar. Ya has sufrido
bastante, y por mucho que te atormentes ella no va a volver. Alguien que no
supo apreciarte en vida, no merece tu amor en la muerte. Y ahora levántate del
suelo, antes de que se te congele el culo.
Sandro rio, secándose las
lágrimas que silenciosamente habían empezado a deslizarse por sus mejillas y
tras pensarlo unos segundos decidió que Girolamo tenía razón. Simonetta estaba
muerta, pero el no y había llegado el momento de seguir adelante.
CONTINUA EN EL CAPITULO 46
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