CAPITULO XLVI
Horas más tarde,
Leonardo, Girolamo y Sandro estaban agotados de tanto buscar y Sandro se dejó caer
sobre unos jergones de paja, respirando entrecortadamente y se secó el sudor de
la frente con la manga de su camisa.
- No hay nada que
hacer... Luca se ha marchado.... A este paso ya debe de estar en Nápoles o Milán...
La he perdido para siempre.
Se lamentó el pintor frotándose
la cara.
Leonardo lo miro con algo
parecido a la pena, y tras girar los ojos en blanco, le tendió una mano para
que se levantara.
-Vamos, Botticelli. Es
imposible que haya llegado a Nápoles o a Milán. No tiene tiempo. Vayamos hasta
Livorno a ver si ha intentado coger un barco, ya que no la han visto ni a
caballo ni a pie intentando salir de la ciudad.
Girolamo asintió y tras convencer
al artista de que los acompañara, se dirigieron a los muelles.
Había varios barcos de
carga y Leo se sorprendió gratamente al ver que sobre la cubierta de una de las
embarcaciones estaba Americo Vespucci.
Con grandes zancadas se dirigió
hacia allí y empezó a gritar, agitando los brazos por encima de su cabeza. Si
Luca estaba intentando escapar por mar, Americo lo sabría.
-¡¡Eh!! ¡¡¡Vespucci!!!
¡¡¡Eh!!!
Grito Leonardo desde el
muelle y el capitán miro en todas direcciones hasta que dio con el artista y soltó
una carcajada.
- Vaya, vaya... Leonardo
Da Vinci y el Conde Riario... Subid, pero no pienso llevaros de nuevo hasta
Vespuccia.
Los dos hombres
mencionados soltaron una carcajada y Girolamo grito, haciendo eco con las
manos.
- Estas loco si piensas
que le van a poner tu nombre a ese país.
Los tres hombres subieron
a cubierta y tras saludar a Vespucci, Leo le mostro el retrato que había hecho de Luca.
-¿La has visto?
Pregunto tendiéndole el
dibujo en el que se veía a una hermosa Luca con la cabellera suelta y Americo negó,
sosteniendo la imagen entre sus dedos.
-Me acordaría si hubiera
visto a semejante belleza, pero no, amigo. Lo siento mucho.
Sandro dejo caer sus hombros
hacia adelante, en un gesto de derrota y Girolamo le palmeo amistosamente la
espalda, inundándole ánimos.
-No te preocupes, Sandro.
La encontraremos.
Murmuro el conde con voz
ronca hacia el apesumbrado artista.
-¿Y has visto a algún
chico joven de pelo negro y ojos claros? Es más o menos así de alto y bastante
delgado.
Pregunto Leonado haciendo
un gesto con las manos para medir la altura de Luca y a Vespucci se le ilumino
el rostro con una sonrisa.
-¡¡¡Si!! A él sí. Esta aquí
mismo. Me pidió trabajo a cambio de embarcar rumbo a España. Lo tengo atando
cabos en popa.
Sandro levanto la vista y
miro hacia la cola del barco y conteniendo el aliento se puso en pie y echo a
correr.
Americo silbó divertido
al ver la velocidad que llevaba el pintor y soltó una carcajada.
-Nunca había visto al
bujarron de Botticelli correr tan rápido sin ser perseguido por la guardia
nocturna.
Sandro avanzo por la
cubierta del barco corriendo, esquivando marineros que estaban en plena faena y
llego hasta uno pequeño, que supo que
era Luca sin necesidad de verle la cara.
El aroma a pachuli en su
piel la delataba y Botticelli se situó a su espalda y tras carraspear, poso una
de sus manos en el delicado hombro de la muchacha y girándola entre sus brazos
la beso, sin pensar.
Luca se sobresaltó y tras
soltarse del abrazo de Botticelli lo golpeo con fuerza en la cara con el gordo
cabo que sostenía entre sus manos y sus ojos brillaron con furia al ver al
artista.
-¿Qué haces aquí?
Pregunto la chica empujándolo
con fuerza y Botticelli sorprendido se limpió el hilo de sangre que manaba de
sus labios.
-He venido a buscarte. No
te puedes ir, Luca...
Ella lo miro con rabia y
le tiro la cuerda al pecho, mirándolo con desdén.
-¿Ah no? ¿Y eso porque,
maestro Botticelli?
Dijo ella adoptando una
pose orgullosa con las manos a la cadera y la barbilla apuntando arriba.
Sandro recuperó el
aliento que había perdido al golpearle el cabo en el estómago y sacudió la
cabeza, haciendo volar sus rizos rubios.
-Pues porque no te puedes
ir... Hay cosas que hacer en el taller, y...
Leonardo y Girolamo los
miraban desde lejos y al ver a Sandro dubitativo, Leonardo estallo.
-¿Pero por que no se lo
dice? La va a perder. Ese idiota va a hacer que se vaya... Y no puedo
consentirlo, Girolamo... No estoy dispuesto a tener que soportar otra vez los
excesos de Botticelli. Ese imbécil no sabe afrontar una perdida.... Espérame,
amor, que ahora vuelvo.
Leonardo le dio un beso
fugar a Riario y el conde se cruzó de brazos para ver como Da Vinci se acercaba
a grandes pasos hacia la pareja al ver a Sandro dudar y los agarró a ambos de
los brazos y los enfrento para que
hablaran de una buena vez. A Leonardo se le había terminado la poca paciencia
que tenía después de 5 horas buscando. Estaba cansado, hambriento y tenía ganas
de pasar lo que restaba de día con Girolamo y no sentado encima de un caballo
cuando podía cabalgar sobre su amante.
-Sandro, te quiero amigo,
pero si no se lo dices tú, lo hare yo...Ya está bien de tanta tontería, que
parece que tienes tres años y tu... ¿Por qué coño te vas sin avisar? ¿No sabes
lo preocupados que estábamos?
Luca abrió la boca para
protestar y miro a ambos artistas boqueando como si fuera un pez fuera del agua
y al final decidió callarse.
Leonardo le hizo un gesto
a Sandro para que hablara y Botticelli giro los ojos en blanco, soltándose de
su agarre.
- ¡¡¡Joder!!! Está
bien... Luca, no te puedes ir porque te necesito.
La muchacha abrió los
ojos con sorpresa y de nuevo la expresión de furia se instaló en su rostro.
- ¿Que qué? Pero que
morro tienes Botticelli.... No pienso ser tu esclavo más tiempo. La sabana está
casi terminada y yo ya no hago ninguna falta en el taller.
Leonardo miro al otro
artista cruzándose de brazos y casi escupió las palabras.
-Sandro. Díselo. Claramente.
No des más rodeos.
Botticelli bufo y los
miro a ambos y casi con un gruñido le hablo a la chica.
-No te puedes ir porque
te quiero. Me da igual que seas un chico, una chica o un ser mitológico de
color verde. Te quiero, Luca. Y me da igual que estés conmigo como Hécate o
como mi aprendiz. Solo quiero que te quedes.
-Y ya está... ¿Ves como
no era tan difícil, Botticelli? Ahora si me disculpas yo me vuelvo a Florencia
con Girolamo....
Leonardo se despidió con
un gesto y fue de nuevo a proa, con su conde y con Americo.
Luca y Sandro se giraron
a mirar cómo se iba Leonardo, esquivando cubos de madera y cabos y la chica
suspiro, frotándose los ojos.
- Sandro, fumoasa mea...Tú
no puedes quererme a mí, ¿vale? Yo no puedo competir con el recuerdo de
Simonetta....
Luca sintió como sus ojos
se llenaban de lágrimas al sentir lo poca cosa que era y aparto la cara para
que el artista no la viera llorar.
- Yo no tengo nada... No
tengo una buena familia, ni una buena reputación... Ni tan solo un sitio donde
caerme muerta. Y tú eres un artista reconocido en toda Italia...
Dijo ella entre murmullos
ahogados. Sandro se acercó a ella y levantándole la barbilla con dos dedos la
miro a los ojos.
- Lo que soy es una
mierda, Luca... Me da igual que no tengas nada, porque yo tengo suficiente para
los dos. Te quiero y quiero compartir lo poco que tengo contigo. Si te vas ¿Quién
cuidara de mí? Soy un puto desastre. Lo sabes.... Bebo como un cosaco, fumo opio, armo pelea y
pago a chicos para que me torturen mientras me follan... Pero si tú estás conmigo,
no necesito nada de eso. Contigo las caricias no duelen, mi bella.... Por
favor... Dame una oportunidad.
Dijo Sandro mirándola a
los ojos y Luca negó con la cabeza, y al hacerlo dos lágrimas resbalaron por
sus mejillas.
- Sandro... No puedo...
Yo soy una furcia de la calle y tú tienes una reputación que guardar...
-¿Mi reputación?
Cariño... Mi reputación se fue a tomar por culo hace años... No es algo que me
preocupe... Por favor, Luca...Quédate conmigo. No soy perfecto, pero intentare
ser un buen hombre para ti. Pero no me dejes. España está muy lejos y está
llena de locos. A la gente como nosotros la queman en la hoguera o los ahorcan después
de torturarlos. Los reyes católicos odian a la gente como nosotros. Para ellos
somos herejes y nuestro sitio está en Florencia.
Luca suspiro y levanto
sus ojos anegados en lágrimas hacia el pintor y poso una de sus manos en su
mejilla.
-¿qué voy a hacer
contigo, Botticelli?
Susurro con un amago de
sonrisa y el pintor se encogió de hombros, haciendo una mueca graciosa con los
labios.
-Pues lo que tú quieras,
menos dejarme....
Luca se rio y se puso de
puntillas para besarlo y Sandro la rodeo en sus brazos, sintiéndose el hombre más
afortunado del planeta.
Cuando se separaron, el
artista echo un vistazo a las ropas de muchacho que llevaba la chica y negó con
la cabeza.
-Si te apetece llevar
pantalones, hazlo, pero por dios, no ocultes tus curvas, porque me volveré loco
si no las veo a cada segundo.
-Eres idiota,
Botticelli...
Rio Luca apoyando su
frente contra el pecho del artista y el sonrió, acunándola contra él.
-Sí, pero soy tu
idiota...
Susurro inclinándose para
besarla de nuevo.
Un rato después, ambos
volvieron a la cubierta y Sandro levanto una ceja al ver a Vespucci solo.
-¿Y Leonardo y el Conde?
Pregunto sorprendido y
Americo se encogió de hombros.
-Se han ido. Dicen que te
las apañes para volver, pero que no te esperan más rato.
Botticelli miro a Luca
abriendo la boca con sorpresa y al final exploto maldiciendo a gritos.
-¡¡¡ Da Vinci!!
¡¡¡Cabron!!!! ¿¡¡¡ Pretendes que vuelva andando a Florencia!!!!?
CONTINUA EN EL CAPITULO 47
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