CAPITULO I
Afueras de Otranto.
Año 1479
-Un barco y una
biblioteca.... ¿Os he mencionado Que al final me volveréis loco?
Leonardo negó con la
cabeza y espoleo a su caballo poniendo rumbo hacia Florencia.
Zoroastro y Sofía se
miraron entre sí viendo partir al artista.
-¿Crees que estará bien?
Preguntó la muchacha. Su
vista estaba clavada en la espalda de su hermano e internamente se maldijo por
no haber podido hacer nada más por ayudar a Lucrecia.
- Con el tiempo volverá a
ser quien era. Ha aprendido a morir justo cuando empezaba a vivir, pero nos
tiene a ti y a mí. Con nosotros a su lado nada puede salir mal.
Zo le tendió la mano a la
chica y se la apretó con cariño, inundándole ánimos.
Habían ganado la cruzada
y volvían a casa y todo gracias a esa preciosa mujer de ojos verdes y al
lunático de su hermano.
Leonardo cada vez estaba
más lejos y Zoroastro y Sofía espolearon sus caballos para alcanzarle.
No muy lejos de allí,
Nico se esforzaba para llegar a sus amigos, que poco a poco iban desapareciendo
en el horizonte.
El jinete agitó con brío
las riendas de su caballo y los siguió al trote, esperando alcanzarles cuando
pararan a dormir la noche en alguno de los campos colindantes.
Nico había vuelto a
Otranto y Laura Ceretta le había entregado un pergamino con noticias de
Florencia y tenía que llegar a sus amigos antes de que ellos volvieran a la
ciudad.
La vida de todos ellos
dependía sobremanera de si los alcanzaba con presteza.
El velo de la noche
cubrió con su manto de estrellas el cielo italiano y Leonardo, Zo y Sofía
pararon a descansar.
Comerían y dormían y al
amanecer seguirían su camino de vuelta a Florencia.
Sentados al calor de una
hoguera los tres amigos conversaban sobre los acontecimientos de los últimos días
y aunque Leonardo prestaba atención a las bromas de sus compañeros, su
atribulada mente se hallaba errante.
Sus pensamientos estaban
con Lucrecia, casi regodeándose en el dolor por su pérdida, pero cuando cerraba
los ojos no veía en su mente a la mujer con la que había compartido lecho.
Una y otra vez sus
recuerdos volaban hacia su estudio, rememorando los días en los que había
luchado contra el mal de Girolamo.
El mal que el Laberinto había instaurado en la
mente de su amigo...
¿Amigo? ¿Era el conde su
amigo?
Casi sin darse cuenta sus
dedos empezaron a moverse, como cada vez que se sentía nervioso o excitado.
-¡Zo! ¡Mi cuaderno!
¡Maldita sea! Necesito...
Ahora sus dedos se movían
a toda velocidad, calculando, midiendo... como si sus pensamientos quisieran
escapar por los apéndices de sus manos.
-¡Zo! ¡El cuaderno!
Gritó casi perdiendo los
estribos.
Zoroastro y Sofía lo
miraron asombrados, y el chico le paso el cuaderno al artista mirándolo con
recelo.
- Leo... ¿Te encuentras
bien?
Preguntó el mestizo
posando una de sus callosas manos en el hombro de su amigo.
- ¡¡¡Maldita sea!!!! ¿Y mi lápiz?
Leo buscaba frenético
algo con lo que dibujar antes de que la imagen se desvaneciera de su mente y al
no encontrarlo, cogió del suelo un ascua humeante que había saltado de la
hoguera.
Siseo de dolor, pero sus
dedos no soltaron el trozo de carbón casi ardiente que iba dibujando trazos en
la hoja en blanco, pasando de su mano derecha a la izquierda sin perder un
segundo.
En pocos minutos un
retrato de su némesis empezó a cobrar forma en el papel.
Zo chasqueo la lengua con
disgusto al ver la cara de Riario.
-Joder Leo.... ¿Pretendes
que vomite mi escasa cena?
Sofía le arrancó el
cuaderno de las manos a su hermano y miro con curiosidad el retrato.
- Le conozco.... Es el
capitán general del Vaticano... Nos visitaba en el convento de vez en cuando.
Le devolvió el cuaderno a
su hermano y miro a Zoroastro.
- No puedo comprender
como un hombre tan cruel puede ser uno de los ministros de Dios en la Tierra.
Leonardo miraba el
retrato, sabiendo que algo escapaba a su comprensión y cuando oyó los cascos de
un caballo acercarse al trote, se puso en pie y salió al encuentro del jinete
que se acercaba al campamento.
-¡Maestro! ¡MAESTRO!
¡Traigo noticias de Florencia!
Nico bajo de su caballo y
corrió hacia Leonardo tendiéndole el pergamino con las buenas nuevas.
Zoroastro y Sofía
acudieron con presteza hacia donde estaba la pareja y el mestizo cogió a Sofía
de la cintura, apartándola un poco de lo que preveía que era uno de los ataques
de ira del genio florentino.
Leo leía una y otra vez
las noticias provenientes de su tierra y no daba crédito a lo que sus ojos
veían pero su mente se negaba a procesar.
-El Papa Sixto ha
muerto... Asesinado en sus aposentos. Lo hallaron atado de pies y manos a una
de las columnas del templo y atravesado por más de 100 flechas....
Leonardo sintió como el
terror retorcía sus entrañas, y trasbilo hacia atrás.
Sus dos fieles amigos y
su hermana corrieron a sujetarlo pero él se zafo apartándola de él.
- Ha sido Riario... No
pude salvarle... El veneno....Yo no....
Los ojos del genio se
llenaron de lágrimas y se acuchilló en el suelo, frotándose la barba.
-Debo ir a Roma....
Girolamo me necesita....
- ¿estás hablando
enserio? Ostia puta, Leo... Olvida ya a ese bastardo. No te traerá más que
problemas.
Zoroastro se agacho
frente a su amigo y le obligo a mirarle.
- Tu ciencia nada puede
hacer con la mente enferma y retorcida del conde... Volvamos a Florencia. Un
barco, ¿recuerdas?
Me has prometido un barco
y una biblioteca a Sofía...
Leonardo miro a Zo y negó
con la cabeza.
- No. Tengo que ir con
él... Está enfermo, Zo...Tú no lo entiendes… No sabe lo que hace. Él es...
Zo cerró los ojos unos
segundos, cuestionado seriamente golpear a su compañero hasta hacerlo entrar en
razón.
-Es un psicópata hijo de
mil putas, Leonardo. Casi te matan una vez por su culpa. Tu sitio está con
nosotros, no con él.
Leonardo miró a su amigo
como si se hubiera vuelto verde de repente.
-Girolamo me salvó. Me
salvó en el nuevo mundo y me salvó aquí...Del Vaticano y del Laberinto. Zo,
tengo que ir con él... ¡Tu no lo entiendes! ¿¡Por qué nunca nadie me entiende?!
Grito el artista
poniéndose en pie como un resorte y empezó a mesarse el pelo, nervioso.
Zo se froto la cara y
miro Sofía y a Nico, encogiéndose de hombros.
-Luego no digáis que no lo he intentado....
Zo volvió junto al fuego
y cogió una manzana del cesto de las provisiones y la mordió con entusiasmo.
Nico seguía allí de pie,
medio muerto de agotamiento y Zo palmeo el suelo, instándolo a que se sentará
junto a él, pero el chico negó con la cabeza y se acercó a Leonardo.
-Maestro, Hay más. Junto
al cuerpo de Sixto encontraron uno de tus inventos y Lorenzo está furioso. Ha
dado orden de apresarte en cuanto pises Florencia y ofrece una gran suma por
tus huesos. Cree que estas confabulado con el conde. Después del juicio, Riario
se autoproclamo Espada de dios y está dispuesto a limpiar Italia de las almas
pecadoras e impías...
Leonardo se paró en seco
y miro con expresión lunático al muchacho.
-¿Uno de mis inventos?
¿Cuál de ellos? Nicoooooo... Dime que no fue mi ballesta automática... Dime que
no lo era...
Nico bajo la vista al
suelo y Leonardo corrió hacia su montura agitando los brazos con grandes
aspavientos.
- ¡Joder!
-Hermano... tranquilo. Lo
arreglaremos a nuestra vuelta. Ven con nosotros al lado del fuego. Estas
cansado y han sido muchas emociones.
Sofía se acercó a
Leonardo y cogió su mano con suavidad, intentando hacerlo volver con ellos al
lado de la hoguera, pero una vez más, el artista se zafo de su agarre.
Empezó a caminar a paso
rápido, moviendo sus dedos una y otra vez, pensando, imaginando... Intentando
encontrar una salida a todo lo que le había dicho Nico.
Al cabo de poco rato un
grito de júbilo salió de su garganta y corrió hacia su caballo, subiendo a él
con rapidez y sin decir ni una sola palabra, agitó las riendas y salió con
presteza hacia la oscuridad de la noche.
Zoroastro se incorporó
sobre sus manos incrédulo viéndolo partir.
-¡Leo! ¿Se puede saber a
dónde coño vas en mitad de la noche?
Gritó hacia la figura que
se alejaba.
-¡A Roma!
Gritó el genio florentino
espoleado a su caballo.
- ¿Le seguimos?
Sofía no salía de su
asombro al ver a su hermano dejarlos tan abruptamente y miro a los dos hombres
que todavia la acompañaban.
Nico negó con la cabeza y
de dejo caer a su lado. Atizo el fuego y suspiró resignado.
-Todos los caminos llevan
a Roma y yo prefiero seguirlos cuando sea de día.
Dijo el chico rubio
cogiendo una de las manzanas que Zoroastro le tendía.
Mordió con avidez, y miro
a lo lejos, hacia donde habían desaparecido su maestro en su montura.
continua en el capitulo II
Las manzanas tienen algún simbolismo?
ResponderEliminarPobre Nico siempre atras como el rabo del perro :p
Me gusto, seguiré con el siguiente jijiji
ResponderEliminarGracias por leer y comentar Susana. A ver que te parecen los siguientes!
ResponderEliminarHolaaa Sonya este ya esta leido, como es el comienzo mas o menos voy captando! me gusto eso "todos los camino llevan a roma" aqui tambien se usa ese dicho y quedo como anillo al dedo la frase
ResponderEliminarHola Maye!! Bienvenida!!! No tiene mucho misterio el fic. De la serie he cogido a los personajes y los escenarios, pero poco tiene que ver, ya que alli son mas que amigos, rivales. Ademas al ser todos personajes historicos, puedes ir jugando con la ficcion y la historia,
ResponderEliminarMuchas gracias por leerme y por dejar tus comentarios. :)